viernes, 22 de agosto de 2014

Doble cruce de los andes: Paso Vuriloche - Paso Leones

Hace unos años, poco después de haber llegado a Bariloche, con mi amiga Elisa escuchamos sobre esta travesía. En seguida nuestros espíritus curiosos y hambrientos de desafíos comenzaron a pujar por la realización de este viaje.
Me gusta pensar que salir a la montaña es una cuestión de decisión, tan fácil como agarrar la mochila y empezar a caminar. La verdad es que hay que ser cuidadosos, ser conscientes de que hay peligros que a veces minimizamos o directamente ignoramos. Cada año se dan a conocer casos de gente que se pierde en el bosque, y cada año escucho decir “¿Cómo es posible que se hayan perdido yendo a tal o cual lugar?”… simple, a veces pasan cosas que uno no espera, de otro modo uno estaría preparado. Para los que no gozamos de la experiencia que se adquiere luego de años de vivir en un lugar como este, no nos queda más que usar el sentido común, intentar prever contingencias, y lo más importante… preguntar! Es así que empezamos a recolectar información para planificar el viaje.

Había que buscar datos sobre los senderos, sobre buenos lugares de acampe, evaluar qué época del año es la más apropiada, la cantidad de días necesarios y cualquier tipo de información que pudiera ser útil. Salvo que alguien de la partida conozca el camino, se suele descubrir que la información recolectada es incompleta… que se podría haber acampado en un mejor lugar, que en cierto tramo la senda no está bien marcada y es bueno tener una idea de por donde va para no perderse, que hay que cruzar algún mallín y es mejor contar con algún calzado extra apropiado para eso, y así cientos de detalles. Soy de la opinión de que todas las complicaciones que pueden aparecer, muchas veces generadoras de fastidio e incomodidad, se contrarrestan con buen humor ante todo, solidaridad y buena predisposición. Me alegra reconocer que esas son cosas que me unen a este grupo de grandes amigos, y que deben ser la raíz de ese sentimiento de “la vamos a pasar bomba” que me embarga cada vez que organizamos una salida.

Chile es lluvioso en estas latitudes. La zona cuenta con una impresionante media de precipitación de 4.000 milímetros anuales. Las corrientes de aire húmedo provenientes del Pacífico, se enfrían al elevarse sobre la cordillera y descargan sus lluvias sobre las laderas occidentales. Junio, Julio y Agosto son los meses más húmedos. Durante los meses de verano las precipitaciones son menores y las temperaturas máximas rondan los 25 grados.

Otra cosa importante era coordinar las vacaciones de todos los interesados. El feriado de los carnavales parecía una buena opción. Es una buena época para caminar, no tan caluroso pero aún sin nevadas o fríos intensos, ya no hay tantos tábanos (que créanme, pueden volver loco a cualquiera), hay menos gente y la época de lluvias aún no llega. Además nos daba la posibilidad de salir por 11 días aún contando con sólo una semana de vacaciones. En este tipo de caminatas uno descubre infinidad de lugares que invitan a quedarse, a tomarse un tiempo para disfrutarlos, a parar por unos mates... y debo confesar que este grupo tiene la debilidad de caer en la tentación, lo que nos dejaba un poco justos de tiempo.


Integrantes:

Nombre: Paola Martinek.
Alias: “Pety”, “Peluca”
Función: Responsable del grupo ante Parques Nacionales; Cocinera, Relatora de historias.
Perfil: Gran conocedora de los intríngulis de la mente humana es siempre materia dispuesta para charlas amenas durante las caminatas. Tiene un inacabable repertorio de onomatopeyas que le dan un dudoso realismo a sus relatos, los cuales, aún defendidos como verídicos, son a menudo considerados piezas de la literatura fantástica popular.



Nombre: Ana Nicolini.
Alias: “Anita”, “Nicoleta”
Función: RRPP; Administradora.
Perfil: Si bien es capaz de cargar casi más peso que el de su propio cuerpo parece tener algunos problemas de equilibrio. Poseedora de una autoconfianza y sentido de superación abrumadores, responde casi automáticamente con un “por supuesto” ante cualquier “¿Podés con eso?”. Tiene una gran capacidad para reírse de sí misma, cosa que hace muy a menudo debido a sus frecuentes “patinadas”.




Nombre: Elisa Castán.
Alias: recientemente eliminado.
Función: Cocinera; Relatora de historias.
Perfil: Su gran condición física sumada a la tenacidad que le dan sus orígenes vascos hace que cualquier meta que se le presente parezca realizable. El volumen de sus comentarios hace que sea fácilmente localizable aún en bosque cerrado, lo que facilitaría el trabajo de rescatistas en caso de que la expedición se extravíe. Puede volverse peligrosa para la integridad física de cualquier ser vivo que se le acerque cuando está pasando hambre.



Nombre: Rubén Escalante.
Alias: “Doc”
Función: Médico; Fotógrafo; cebador de mate.
Perfil: Posee un buen humor imperturbable incluso ante hordas de hambrientos mosquitos. Es autor de numerosas frases célebres que repetidas incansablemente, junto con incesantes comentarios con doble sentido acompañados por un característico “meneaito”, amenizan el viaje. El contenido de su mochila es siempre un misterio imposible de desentrañar, aunque se sospecha que es la residencia permanente de su tía Clota (personaje de varias de sus anécdotas) y de un agujero negro que él alimenta con todo elemento “útil” que encuentra a lo largo de sus expediciones.



Nombre: Jorge Bozzi.
Alias: “Sensei”Chorch
Función: Cronista; Guía espiritual.
Perfil: Depositario de un sinfín de consejos para lograr paz espiritual y sabiduría universal. Se compara con un magiclic por la chispa que le permite tener siempre un comentario “gracioso” para cada situación. Optimista por naturaleza, insiste con el humor aún ante la indiferencia ajena, atribuyendo la falta de risa ante sus “ingeniosos” comentarios a una falta de madurez espiritual del involuntario público.




Paso Vuriloche

El paso conocido como “Camino de los Vuriloches” debe su nombre a los nativos que habitaban los territorios que atraviesa, y que inspirarían tiempo más tarde a quienes bautizaron a la turística ciudad rionegrina. Es un antiguo paso transandino ubicado al sur del cerro Tronador que comunica Pampa Linda, en territorio argentino, con Ralun, un pequeño poblado chileno ubicado en las márgenes del estuario de Reloncaví en la X región. Este paso está a 1390 metros sobre el nivel del mar y sólo es posible cruzarlo caminando o a caballo. Está abierto sólo durante el verano, en los meses de enero y febrero, cuando la avanzada de Carabineros está presente en el retén. El recorrido transcurre dentro del Parque Nacional Vicente Pérez Rosales, que creado en 1926 es el más antiguo de Chile. Son 250.000 hectáreas de selva Valdiviana localizadas en la Región de los lagos. Su corazón es el Lago Todos los Santos, elemento emblemático del parque junto a 3 imponentes volcanes, el Osorno, el Puntiagudo y el Tronador.

Un paso con rica historia:


Expediciones militares y misioneros jesuitas en Chiloé: su influencia sobre la región del Nahuel Huapi.


La región del Nahuel Huapi se vinculó desde tempranas épocas con la región de Chiloé. Las expediciones esclavistas, las misiones evangelizadoras y las entradas exploradoras tenían como origen esta región chilena. Otro motivo que incentivó expediciones al territorio durante los siglos XVII y XVIII fue la leyenda de “Trapalanda” o “Ciudad de los Césares”, que mencionaba la existencia de una ciudad de riquezas extraordinarias y fuente de juventud y vida eternas.


Fue el capitán español Juan Fernández (enviado por el gobernador de Chile Lope de Ulloa y Lemos), el primer europeo en documentar un viaje a las costas del Nahuel Huapi, en 1620. Esta expedición militar  tenía como principal objetivo realizar una maloca (araucanismo que proviene de la palabra malocan: expedición cuidadosamente preparada con fines precisos) con el fin de apresar indios para venderlos como esclavos a encomenderos y comerciantes que los usaban como mano de obra, en tanto mujeres y niños se destinaban a servicios personales. Esta práctica estaba permitida por el decreto de 1608 que autorizaba la esclavitud de los indígenas atrapados en guerra. A partir de 1640 se comienzan a documentar en forma continua las expediciones esclavistas que cruzaban la cordillera para apresar indios con destino a cubrir las demandas de mano de obra de minas y haciendas chilenas. Los jesuitas comenzaron a denunciar estas situaciones y atribuían los levantamientos generalizados de los pueblos originarios a la práctica de la maloca.

Los jesuitas comenzaron a implementar acciones tendientes a evitar los levantamientos. Creyeron que evangelizando a los Puelches y Poyas (nombre que los mapuches daban a los patagones septentrionales) se podría bajar el nivel de violencia. Finalmente su accionar logró cambiar, en 1651, la política por parte de la Corona española, que suprimió, al menos en las normas, la reducción a esclavitud de los indios y ordenando la devolución de cautivos, aunque en la práctica, las malocas se siguieron realizando.

El padre Diego Rosales fue el primer jesuita que misionó en la zona del lago Nahuel Huapi con el objetivo de “poner paz a los puelches de la otra banda de la cordillera nevada”. Llegó a la zona en el año 1653, guiado por el cacique Catinaquel, liberado junto a 300 indígenas cautivos gracias a las gestiones del jesuita. Este misionero fue el primero en observar la posición estratégica del lago Nahuel Huapi y su posible comunicación permanente con la isla de Chiloé.


La misión de Mascardi.


El padre de origen italiano Níccolo Mascardi continuó la obra de Rosales, aunque su principal objetivo al dirigirse a la región del Nahuel Huapi, fue encontrar la “Ciudad de los Césares”. Con la intención de evangelizar a los Puelches, Mascardi aprendió su lengua y escribió un catecismo y un evangelio en su idioma. En 1669 se le adjudicó la misión en la tierra de los Puelches. La mujer de un cacique a quien llamaban “La Reina”, cautiva durante una maloca, lo convenció de que si los liberaba lo acompañarían a sus tierras para colaborar en la misión evangelizadora. Mascardi, al dialogar con ella, entendió que los indígenas Puelches y Poyas no eran belicosos como los Araucanos y solicitó al virrey de Chile, la liberación de estos prisioneros. Junto a ellos, partió en busca de la “Ciudad de los Césares” y fundó la primera estación misionera en las costas del lago Nahuel Huapi, en la zona conocida como Puerto Venado, sobre la orilla norte del lago Nahuel Huapi, cerca de la península Huemul.

Mascardi recorrió la cordillera de los Andes, estableció reciprocidad con los indígenas, plantó los primeros manzanos, y pidiendo a la corona la abolición de la esclavitud, logró convertir a numerosos Poyas y Puelches al cristianismo. En 1671 exploró los lagos Musters y Colhué Huapi. Al año siguiente los ríos Limay y Negro, llegando al Océano Atlántico, y luego hasta el Cabo Vírgenes. Su dedicación sería recompensada por el virrey de Perú, Conde de Lemos, quién le obsequió una imagen de la Virgen María tallada en cedro que entronizó en la misión bajo el nombre de Nuestra Señora de los Poyas. El 15 de febrero de 1674, durante su cuarta expedición, Mascardi fue asesinado en las cercanías de las nacientes del río Deseado por Poyas opositores. Sus restos fueron rescatados recién tres décadas más tarde por una expedición de seis españoles enviados por el padre Ferreira, y sus cenizas fueron depositadas en Concepción, Chile. La misión entre los Poyas y Puelches al otro lado de la cordillera quedó suspendida durante largo tiempo. Sólo a principios del siglo siguiente hay noticias de que estos trabajos fueron continuados por el padre Felipe Van der Meeren, rector del colegio de los jesuitas de Chiloé.

Intentos de continuar con la misión en el Nahuel Huapi.


La misión  Nahuel Huapi estuvo abandonada durante treinta años, hasta que los padres Felipe Van Der Meeren, conocido también como el padre de la Laguna, (traducción de su apellido) y Juan José Guillelmo, su compañero y biógrafo, volvieron al lugar. A principios del 1700 había llegado a Chiloé un grupo de indígenas Poyas que decían habían sido cristianizados años atrás por Mascardi. Esto incentivó a los jesuitas a retornar a la región del Gran Lago, por ser un lugar estratégico.


El padre Laguna llega en enero de 1704, y un mes después llegaría el padre Guillelmo. Ambos deciden construir una iglesia. Además el padre Laguna intentó introducir cambios en las costumbres de los indígenas, iniciándolos en la ganadería y en el uso de lana de oveja, introduciendo semillas y construyendo casas para los caciques, entre otras cosas. Los Puelches se negaban a colaborar en las tareas de la misión, por lo que tuvieron que acudir a la isla de Chiloé, para traer indígenas cristianos que estuviesen dispuestos a trabajar. Una epidemia que azotó toda la región cordillerana generó un descontento generalizado. Los nativos responsabilizaron de esto a los misioneros y a una “señora española” (la virgen Maria), y en octubre de 1707, cuando atravesaba tierras del cacique Tedihue, el padre Van der Meeren aceptó de éste un vaso de chicha, sin sospechar que lo estaban envenenando.


Así quedó el jesuita Guillelmo a cargo de la misión haciendo una obra fecunda. Primero adquirió de los nativos sus usos y costumbres y dominó las tres lenguas que se hablaban en la zona, la propia del Nahuel Huapi, la de los Poyas y la araucana. De las dos primeras escribió un diccionario y gramática, oraciones y cánticos religiosos. También compró vacas a los nativos del norte para asegurar el sustento de los indios que vivían en la misión.

El camino que habitualmente utilizaban los misioneros entre Chiloé y el Nahuel Huapi conducía, en una travesía de ocho días, a través del lago Todos los Santos, subia luego por el valle del río Peulla y cruzaba finalmente el paso hoy conocido como Pérez Rosales. Sin embargo, en 1714 durante su estadía en Chiloé, el padre Guillelmo recibió noticias de otro camino a través del cual se podría llegar desde Ralun en tres días a Nahuel Huapi, caminando “por tierra y a caballo hasta la misma misión sin el embarazo de las dos lagunas y de otros muchos malos pasos que se evitaban”. En tiempos anteriores, agrega, entraban por este camino los españoles “a maloquear a los indios que estaban en Vuriloche, que por miedo a los españoles se retiraron o se consumieron, y que ya se ha perdido la memoria de tal camino”.
El padre Guillelmo hizo todo lo posible para encontrar el llamado “Camino de los Vuriloches”, emprendiendo con tal fin varias expediciones desde Ralun, guiado por un indígena, mientras que al mismo tiempo los misioneros de la estación Nahuel Huapi al mando del padre Gaspar López avanzaron en sentido opuesto hacia el occidente. Uno de los padres que había tomado parte en esas expediciones contó al cronista Olivares que uno de los dos partidos consiguió efectivamente encontrar las huellas de la macheteadura del otro que venía del lado opuesto. Quedaba pues descubierto aunque no expedito aquel camino, lo que había de producir resultados contrarios a las intenciones del misionero. El descubrimiento encolerizó a los recelosos Puelches, quienes aún conservaban en la memoria el recuerdo de las malocas e intentaban impedir a toda costa los ensayos de descubrir el camino por parte de los extranjeros. El padre Guillelmo prudentemente decidió retirar a los superiores, quedando suspendidos los trabajos. Sin embargo, siendo ya superior de la orden, decidió reemprender las tareas y el paso quedaría de hecho abierto en el año 1715. Parece indudable que en los años subsiguientes los jesuitas se han servido repetidas veces de este paso en sus viajes entre Chiloé y Nahuel Huapi. En represalia, el padre Guillelmo sería envenenado en una visita al cacique Manquehuanay con un vaso de chicha. Luego, hacia fines de 1717, asaltaron la misión de Nahuel Huapi, mataron al padre Elguea, quién había quedado a cargo de la misión, y a otros nativos cristianos a golpes de boleadora y flechazos e incendiaron los edificios. Al año siguiente llegó desde Calbuco, protegido por una expedición militar el padre Arnold Jaspers. Este halló intacta entre las matas, envuelta con cueros, la imagen de la Virgen de los Poyas que Mascardi entronara en la misión del Nahuel Huapi. Trasladada a Castro, actualmente se encuentra en la iglesia de Santa María de Loreto de Achao, que construida en 1730, es la iglesia más antigua del archipiélago de Chiloé. Jaspers, sin embargo, no intentó restablecer la misión.

Con la destrucción de esta importante estación terminan, por una larga serie de años, las noticias sobre expediciones en la región andina de Llanquihue. El “Camino de los Vuriloches” caía nuevamente en el olvido, y sólo la leyenda de la ciudad encantada de los Césares se conservaba, tomando una forma cada vez más fantástica en las ideas de gente ávida de correrías aventureras.


Todavía, en 1776 el padre jesuita Segismundo Guell hizo una tentativa de penetrar hasta el Nahuel Huapi, pero con mal éxito porque el camino había quedado obstruido, según se decía, por derrumbes de grandes masas de peñascos


La expulsión de los jesuitas y la orden de los franciscanos en el espacio regional.


En 1767 el virrey de Perú Manuel de Amos proclama la expropiación de la Compañía de Jesús.  Afirmaba que “Los jesuitas lograron acumular un poder inmenso que amenazaba eclipsar la soberanía del estado (...).Paulatinamente se habían apropiado de las tierras más valiosas ejerciendo cierto monopolio en las industrias y el comercio”. Además la orden jesuita de Chiloé contaba con gran número de padres extranjeros entre sus miembros. El temor a que Inglaterra estuviese vinculándose comercialmente con Chiloé, a partir de la mediación de los jesuitas extranjeros, generó otro motivo para justificar la expatriación.

La orden franciscana fue la sucesora de los trabajos a los que se habían abocado los jesuitas en territorios de la monarquía española. Los primeros franciscanos que llegaron a Chiloé en 1768, dependían del convento de Chillan. En 1771, mediante un convenio, se acordó que los misioneros que llegaran al lugar dependieran del colegio de Santa Rosa de Ocopa en Perú.

Recién en los últimos años del siglo XVIII se aviva nuevamente el interés por el camino que utilizaran  los jesuitas entre Chiloé y Nahuel Huapi. El virrey Francisco Gil y Lemos le ordenó a fray Francisco Menéndez dirigirse a Chiloé y emprender un viaje con el objetivo de descubrir la “Ciudad de los Césares”. Entre 1791 y 1794 Menéndez realiza cuatro viajes hacia el Nahuel Huapi.

En su primera expedición, en 1791, salió de Castro y se trasladó por la boca de Reloncaví a la laguna de Cayutúe, desde allí remonta el valle de un afluente que probablemente viene del río Concha, donde se habían encontrado vestigios de un sendero antiguo, que creían era el camino de los Vuriloches. Luego de dieciséis días llegaron al cajón de un río “que lleva agua blanca y viene del Este, y dando vuelta al Norte, entra en la laguna Todos los Santos”. Remontando el valle descubrió el origen del río en un “cerro de tierra y piedra y nieve, todo mezclado, que continuamente se está derrumbando y del pie de él salen ríos de agua”. Parece indudable que estas noticias se refieren al río Blanco, que nace de uno de los grandes ventisqueros del Tronador. Desde el punto del nacimiento de este río el padre Menéndez continuó su marcha todavía durante tres días en dirección al Este, observando en las cordilleras que quedaban al norte “un cerro muy elevado, todo cubierto de nieve que continuamente se está derrumbando y parecen truenos”. Se desprende de ahí que el padre buscaba el camino de los Vuriloches al sur del cerro Tronador, aunque con mal resultado.
Aparentemente el padre Menéndez no vuelve a hacer la tentativa de encontrar un paso en las cordilleras al Sur del Tronador. En cambio, en sus viajes posteriores, de los años 1792, 1793 y 1794, tomó siempre el camino por Todos los Santos para llegar a Nahuel Huapi.

El misterio del antiguo camino de los jesuitas que permitía hacer el camino en tres días y a caballo, no ha podido ser resuelto ni por Menéndez ni por numerosos de sus sucesores.


Nuevos intentos.


En los años de 1884 y 1885 el capitán de fragata don Emilio Valverde hizo, por encargo del gobierno de Chile, el ensayo de encontrar el Camino de los Vuriloches, según las indicaciones del padre Menéndez. La primera expedición (1884) quedó sin resultado a causa de la avanzada estación del año. En su segundo viaje (1885), partiendo de Ralun, tomó el camino que pasa por la laguna de Cayutúe; recorrió los valles de los ríos Concha y Quitacalzones, y alcanzó el río Blanco, que fue vadeado y remontado hasta cerca de su nacimiento. No habiendo posibilidad de avanzar “por un inmenso derrumbe de cordillera caído dentro del río y una cantidad de árboles arrancados de raíces que cerraban el paso por completo”, Valverde volvió sobre sus pasos y recorrió enseguida el camino redescubierto ya desde mucho tiempo atrás, que conduce a Nahuel Huapi por el lago Todos los Santos y el río Peulla, el paso actualmente conocido como Pérez Rosales, identificándolo sin razón con el paso Vuriloche.


Para completar la reseña de las tentativas de hallar el camino de los Vuriloches, hay que hacer mención de las expediciones de don Roberto Christie, efectuadas por encargo de la Intendencia de Llanquihue en 1883 y 1884, haciéndose la última, en parte, junto con el capitán Valverde.


Finalmente, el capitán ingeniero Arturo Barrios, agregado de la Comisión Chilena de Límites, consiguió, en una expedición realizada en marzo y abril de 1900, recorrer todo el ancho de las cordilleras en la latitud donde debe buscarse el antiguo camino. Saliendo desde una estación del valle del río Cochamó inferior, pasó por un boquete al pie sur del Tronador y orillando el lago Mascardi por la ribera Norte, donde halló vestigios de un sendero antiguo, llegó por fin al Nahuel Huapi. Curiosamente esta expedición no recibió demasiada publicidad, a pesar de ser la contribución más valiosa en la resolución definitiva del misterio del “Camino de los Vuriloches”.


A principios del siglo pasado el paso fue relevado por el ingeniero Emilio Frey, primer intendente del Parque Nacional Nahuel Huapi.





Relato:

Día 1, sábado 22 de febrero de 2014:


                                                                        “Dame la mano y vamos a darle la vuelta al mundo”

                                                                                                                                               (Calle 13)

Llegamos a Pampa Linda alrededor de las 11 de la mañana. Hay combis que salen desde Bariloche, pero si se va en auto hay que tener en cuenta los horarios de entrada y salida para los estrechos caminos situados más allá de “Los Rápidos”, ese corto segmento del río Manso que une el Lago Mascardi con el lago Los Moscos.


Desde los llanos de Pampa Linda es posible observar el cerro Tronador que domina el paisaje enseñando su cumbre siempre blanca. Con sus 3.478 metros de altura este antiguo volcán es el pico más alto del Parque Nacional Nahuel Huapi. Las nieves caídas durante el invierno alimentan los diez glaciares que desde su cumbre se deslizan lenta e inexorablemente hacia acantilados que, en algunos casos, alcanzan centenares de metros. El estruendo que generan los bloques de hielo al desprenderse y caer son la razón de su nombre.


Pampa Linda. Doc, Pety, Anita, Jorge y Eli con el Tronador de fondo
Luego de completar el registro de treking en las oficinas de Parques Nacionales, donde Pety quedó como responsable del grupo, nos dirigimos al puesto de  Gendarmería para realizar los trámites de migraciones. No olvidar los DNI!!!... o pasaporte en el caso de extranjeros.
Recién a las 12.30 pudimos emprender, bajo la imponente presencia del cerro Tronador, la tan esperada travesía. El día es grandioso, el cielo tiene un color increíblemente azul, sin nubes y ya el viaje empieza a perfilarse como de antología.


Los numerosos senderos que salen desde Pampa Linda para descubrir las cuantiosas bellezas presentes en las cercanías están bien señalizados. Nosotros tomamos el sendero que lleva al Saltillo de las Nalcas, al Volcánico y al paso Vuriloche.


A poco de caminar se cruzan las blancas aguas del río Manso a través de unos troncos que hacen de puente. El sendero transcurre entre numerosos cañaverales de caña colihue (Chusquea culeou), dejando a la derecha un pequeño curso de agua. A unos 45 minutos de caminata hay que vadear el río Los Cauquenes. Allí nos encontramos con una pareja que iba también hacia la avanzada de Carabineros para luego subir hasta el refugio viejo del Tronador.

Vadeando el río Cauquenes

Luego de vadear el río, el camino empieza a subir lentamente para luego volver a bajar hasta otro río que hay que vadear, el río Vuriloche. En esta ocasión no veíamos la continuación del sendero en la orilla contraria, pero unos 20 o 30 metros río arriba hay un cartel que señala el camino hacia el paso. A partir de aquí el camino continua su ascenso internándose en un bosque de lengas (Nothofagus pumilio). Poco antes del paso, luego de unas 3 horas de caminata hay una bifurcación señalizada. Si se toma hacia la derecha se va hacia un mirador, mientras que el camino de la izquierda conduce hacia el paso Vuriloche. El paso no es tan notorio, al menos no para nuestros inexpertos ojos, de hecho adivinamos que habíamos traspasado el límite internacional cuando el camino comenzó a descender. La decepción de no identificar el paso se vio compensada por la alegría de saber que ya estábamos en Chile.

En un momento se puede ver, hacia la derecha y bastante más abajo, un intimidante mallín. Afortunadamente el camino sigue por la izquierda del mismo, y al momento de cruzarlo, el sendero se convierte en una especie de pasarela de troncos que nos evitan tener que recurrir a nuestro calzado de repuesto. Al otro lado del mallín, inmerso en un increíble bosque de lengas, se encuentra el retén de la avanzada de Carabineros.

Mallin chileno

Allí presentamos los papeles de migraciones junto con nuestros DNI, y mientras esperábamos que logren comunicarse con Puerto Montt a través de la radio, entablamos charla con algunos de los carabineros. Nos indicaron que más adelante había un refugio donde era posible resguardarse en caso de lluvia o de que la noche nos encuentre aún en la senda. Cuando preguntamos sobre los pobladores que encontraríamos más adelante, nos confirmaron que suelen dar permiso para acampar y que se les puede comprar pan, queso y algunas otras cosas. Acerca del primero de ellos, Juvenal Oyarzo, nos dijeron que era hombre de pocas palabras. También nos brindaron información acerca del tiempo que necesitaríamos para llegar a cada uno de los puntos que habíamos fijado como destino para cada día. Nos alarmamos al oír que eran tiempos más largos de lo que pensábamos, sobre todo cuando la pareja que nos cruzáramos en el camino, quienes decían haber hecho la travesía en 6 ocasiones, nos asegurara que era imposible realizarla en menos de una semana. Alegremente descubriríamos, que al igual que en Argentina, esos tiempos suelen ser bastante conservadores.

Reten de la avanzada de Carabineros
Reten de la avanzada de Carabineros


Día 2, domingo 23 de febrero de 2014:


                                                                                                                       “Un día con el Tronador”


El día amaneció bien fresco, pero entre las copas de los árboles se vislumbraba el sol que ya aparecía por encima de las montañas. Desayunamos, armamos las mochilas, y luego de recibir enfáticas recomendaciones de no hacer fuego por parte de los carabineros, emprendimos la marcha. A pesar de habernos levantado bien temprano, no empezamos a caminar hasta las 11.

A poco de emprender el camino por un frondoso bosque de lengas encontramos una bifurcación. Tomando hacia la derecha se llega al viejo refugio del Tronador, nosotros seguimos por la izquierda. Un poco más adelante unos carteles de madera señalan el camino a “Laguna Cauquenes” y “La Zorra” hacia la izquierda, y hacia la derecha el que lleva al río Blanco…hacía allí íbamos nosotros.
A una hora y media de caminata desde el retén de Carabineros el bosque se abrió a un claro. Evidentes signos de un incendio explicaban la interrupción del hermoso bosque por el que veníamos transitando, y entendimos un poco mejor lo que consideramos la “un poco exagerada” recomendación de los Carabineros respecto al fuego.

Eli, Anita, Jorge y Pety apreciando la cara Sur del Tronador

La tristeza por semejante pérdida se vio compensada por la increíble vista del Tronador y sus glaciares que nos regalaba ese claro. Hicimos una pausa para apreciar esa cara, nueva para nosotros, de nuestro viejo conocido, mientras comíamos algunas frutillas silvestres que allí crecen por todos lados.

Acerca del característico ruido que producen los derrumbes en el Tronador, cuenta el padre Olivares, cronista de la misión jesuita en Chile, que… “de los muchos volcanes que tiene esta cordillera, está uno a la vista de Nahuel Huapi, llamado Anon por los indios, en un cerro que descuella sobre los demás; siempre está cubierto de nieve. Este volcán, se tiene observado, que siempre que pasaba alguno por aquella cordillera a vista del cerro, despedía de sí tal fragor como un trueno muy recio; de suerte que los Puelches lo tenían por señal de que iba o venía gente, pues se percibía dos partes distantes”…”Por esto se persuadían que en aquel volcán había algún demonio, que con aquella demostración daba señal de su asistencia, o que con pacto de los indios estaba allí para que les avisase cuando iba gente a sus tierras para prevenirse, y si recelaban guerra, huir”


Cara SO del Cerro Tronador

Luego de caminar unos 15 minutos a través del claro dejado por el incendio encontramos un refugio donde nos detuvimos a almorzar. El refugio cuenta con una salamandra, un hacha para cortar leña que hay apilada en el refugio y todo lo necesario para pasar la noche. Esta es una buena opción para acampar durante la noche del primer día. Hay que considerar que la caminata hasta aquí no es corta pero es posible llegar aún con luz si se arranca temprano desde Pampa Linda. En caso de usar el refugio hay que tomar las precauciones necesarias para disminuir el riesgo de contagio con hanta virus.

Refugio en el bosque quemado

A 5 minutos de allí cruzamos un pequeño arroyo, luego el camino sube y corre paralelo al río Blanco, aunque varios metros más arriba. Desde esta parte del camino es posible observar la cara sudoeste del Tronador, con sus glaciares y cascadas que dan origen al río Blanco, que corre entre antiguas morrenas antes de caer hacia el valle. A una hora del refugio, el camino baja para encontrarse con un recodo del río Traidor. Este fantástico lugar está dominado por una enorme piedra, alrededor de la cual hay numerosos pozones y cascaditas donde paramos a darnos un reconfortante baño. Es un lugar altamente recomendable para parar por unos mates. La senda se pierde en este recodo, pero el puente que cruza el río es visible un poco más adelante y caminamos entre las piedras hasta alcanzarlo. En los momentos en que el río crece aumentando peligrosamente su caudal y haciendo honor a su nombre, alcanzar el puente por este camino probablemente sea imposible. Según otro relato, poco antes de llegar a este sitio hay un sendero que va un poco más alto y por el que se alcanza el puente en caso de que el río esté crecido. Al cruzar el puente se puede ver corriente abajo como el Río Traidor descarga sus cristalinas aguas en el turbio río Blanco, el contraste es notorio.

Pozones en el río Traidor

Desde aquí el camino sube nuevamente hasta estabilizarse. A medida que avanzamos la vegetación va cambiando, las mayores precipitaciones van dando lugar a la aparición de la selva Valdiviana. Aparecen algunos enormes coihues (Nothofagus dombeyi), mañíus (Podocarpus nubigenus) aislados o en  pequeños grupos, UImos (Eucryphia cordifolia) en flor, grandes grupos de arrayanes (Luma apiculata) y las cañas colihues son más grandes de lo que acostumbramos verlas en las cercanías de Bariloche. También encontramos algunos canelos (Drimys winteri) con sus flores blancas, árbol sagrado para el pueblo mapuche. El alerce (Fitzroya cupressoides) es el gran ausente.
En el camino nos perseguía un fuerte aroma que nos recordaba a especias. Elisa y yo éramos de la opinión que el olor era similar al del laurel, Pety y Anita en cambio, eran de la opinión que se asemejaba al de la albahaca. El aroma provenía de un árbol que no conocíamos, con hojas coriáceas de bordes aserrados y al que bautizamos, en salomónica actitud, como “lauraca”. El Doc era de la opinión que los 4 somos unos nabos. Según lo que pudimos averiguar en internet, sería conocido como Tihue, Trihue o laurel chileno (Laurelia sempervirens). No puedo más que acotar, con una socarrona sonrisa, un “leru leru” en nombre de Eli y mío, je je je!

Luego de un rato, hacia la derecha y abajo se ven un par de casas. Un poco más adelante desembocamos en un descampado que pareciera ser una veranada donde se destaca una especie de plataforma de madera a medio construir. Aquí el camino se pierde. Hay que ir hacia la margen izquierda del descampado, y luego de cruzar una cerca encontramos nuevamente el camino.


Trencito en la campiña

El camino comienza a bajar hasta llegar a un puente con una tranquera. Unos 20 metros debajo del puente  cruza el Río Blanco, que aquí se encuentra encajonado. A una media hora de caminata desde aquí llegamos a la casa del primer poblador, quién salió a recibirnos. Era Don Juvenal Oyarzo.

Puente sobre el río Blanco encajonado



Llegando a lo de Oyarzo



En el lugar hay varias edificaciones hechas enteramente de tejuelas de madera: su casa, un leñero, un secadero para charqui y un establo. Su “patio” contaba con numerosos manzanos, algunos cerezos, ciruelos y un gran nogal. Allí mismo, con su permiso, armamos nuestras carpas para pasar la noche. A pesar de que nos habían dicho que era un hombre de pocas palabras, pronto descubrimos que además de ser una persona muy amable, Juvenal está muy dispuesto a conversar si uno le encuentra la vuelta a la charla. Nos contó que tiene 65 años y que vive allí desde hace 40. La tierra pertenecía al tío de su esposa, pero la vendió a un gringo (chileno hijo de austríacos) y él siguió viviendo ahí como cuidador. Tiene algunas vacas, ovejas y chivos, cuida de su huerta, hace queso y pan, y nos explicó como produce charqui, chicha de manzana (una especie de sidra) y como curte cuero que luego vende en el pueblo. Todo lo que le hace falta según su filosofía de vida, lo tiene allí. Lo poco que necesita comprar lo trae de Peulla, a donde llega luego de un día de viaje a caballo y cruzar el lago Todos los Santos en bote. Necesita otro día para regresar con los víveres hasta su casa. Tiene una radio que utiliza para comunicarse con los demás pobladores o para casos de emergencia. También nos confirmó que cerca de allí había unas termas, que teníamos que volver por donde habíamos venido y las encontraríamos, la referencia era un coihue tirado, cortado con una motosierra. Así es que después de encargarle pan y queso, nos encaminamos en busca de las termas. Nunca las encontramos y tuvimos que contentarnos con un baño en las frías aguas del río Blanco Grande. Luego nos explicaría que las termas están antes del puente sobre el río Blanco que cruzáramos antes de llegar a su casa.

Atardecer en lo de Oyarzo

Al regresar a lo de Oyarzo nos deleitamos con una impresionante vista del Tronador y sus glaciares, que bañados con la luz del atardecer tomaban una coloración anaranjada. También notamos que su casa, estratégicamente ubicada, recibía hasta los últimos rayitos de sol. Oyarzo nos esperaba con los panes y el queso, y además nos había preparado una carretilla de leña para que podamos cocinar y calentarnos. Acompañamos la cena con dos botellas de chicha que le compramos, y ya con la panza llena y el alma contenta nos fuimos a dormir. Terminaba otro maravilloso día, y la noche nos regaló un cielo tan lleno de estrellas como pocas veces he visto.

Tronador al atardecer



Día 3, Lunes 24 de Febrero de 2014:

                                                                                                             “Las termas de los Vuriloches”

En la mañana del tercer día me desperté por los ruidos que hacían unas vacas que andaban cerca de las carpas. Por más que lo intenté no pude volver a dormirme debido a sus mugidos, hasta que de repente una de las vacas largó un fuerte, corto y extraño “mú”, que seguido de una puteada del Doc desató las carcajadas de todos en las carpas… aparentemente nadie dormía ya.

Don Juvenal con su caballo

En la fresca mañana, mientras desayunábamos, Juvenal se encargaba de las tareas cotidianas. Luego, se sentó un rato a charlar con nosotros. Nos contó que cuando el actual dueño compro la tierra le dio indicaciones de no dejar acampar a la gente en el lugar, a lo que él se negó rotundamente. Nos explicaba que si él hiciese eso, y la gente se veía obligada a seguir su camino durante horas de poca luz, podrían perderse, caerse por algún barranco o incluso morirse de frío. Su cara mostraba total incredulidad ante el recuerdo del pedido, como si no pudiese entender esa lógica tan desprovista de humanidad y tan ajena a su mundo, donde la solidaridad para con el vecino es imprescindible para la subsistencia. Nos contó que le dijo, “que le van a llevar de acá? más que tierra en los zapatos?” y pareciera que esa lógica simplísima pareció funcionar, pues el gringo, resignado ante su tozudez, le dijo que haga lo que quisiera. No podemos más que agradecerle su rebeldía e intransigencia ante semejante actitud de tacañería.

Pety, Eli, Don Juvenal, Anita, Jorge y el Doc

Nuevamente, a pesar de madrugar involuntariamente, arrancamos nuestro día de caminata recién a las 11 hs. Nos despedimos de Oyarzo, quién nos dijo que esa tarde iría a visitar a sus nietitas en lo de los Velásquez, y enfilamos hacia el fondo del valle, tomando por la izquierda. El sendero nos llevó hasta un bosque muy similar al del día anterior, con coihues, mañius y radales. Tras media hora de subida suave llegamos a lo que Juvenal llamó “la roca”, un lugar llamado “la roca del buitre” y que nosotros rebautizamos como “la roca de Thor”.

Doc en la Roca del buitre

Desde allí el camino comenzó a descender suavemente, alternando bosque con espacios abiertos tapizados con flores violetas y amarillas. También encontramos algunos notros (Embothrium coccineum) y grupos de arrayanes. El bosque se hace más húmedo, con grandes troncos cubiertos de musgos y gran cantidad de helechos de gran tamaño. En algunos tramos el camino se “hunde” un par de metros de profundidad en una especie de zanja. Seguramente el agua que corre tiene mucho que ver con su formación, pero me resulta más emocionante pensar que es debido al paso de numerosos viajeros que desde la época en que los jesuitas se aventuraban por estos lugares, no han hecho más que, como dijera Oyarzo, llevarse tierra en los zapatos.


Eli y Pety en los zanjones
Bosque de Coihues

Luego de bajar una hora y media, y pasar incontables tranqueras, llegamos a un descampado con algunas casas. De acuerdo a lo que nos indicara Juvenal, debía ser la casa de Jorge Sánchez, un primo de Leticia. Desde aquí se tiene una increíble vista de la cara oeste del Tronador, y ya van….
Desde allí el camino vuelve a subir un poco, siempre con el río Blanco a nuestra derecha, oyéndose bastante más abajo. Luego de una hora de caminata se llega hasta un descampado desde donde se ven algunas casas, bastante más abajo y hacia adelante. Este lugar es conocido como “La Junta” debido a que aquí se unen el río Blanco, cuyo valle veníamos recorriendo, con el río Esperanza, que recorre un valle paralelo y más al sur. Descendimos y encaramos hacia la derecha donde está la casa de la familia Velásquez. Salió a recibirnos Enrique, dueño y poblador del lugar. Nos esperaban, pues Oyarzo ya había llegado y les contó que veníamos. Nos permitió acampar en su increíble manzanar y nos indicó donde podíamos encontrar las famosas termas.


Llegada a La Junta

Pocos minutos después de haberse ido pasó a saludar su esposa, la legendaria Leticia. En cada relato la recuerdan como una persona extremadamente simpática y charlatana, y no podemos más que dar crédito a las historias, si ni siquiera Anita fue capaz de meter bocado. Nos contó  que viven allí desde hace 40 años, pero que ya estan muy grandes y que quieren irse a vivir al pueblo. También nos dijo que ellos dejan acampar a la gente, que pasen por su propiedad, pero que varios de los vecinos han vendido sus tierras y que a los nuevos dueños no les gustan los caminantes, pues ellos hacen su negocio con turistas que ellos mismos llevan. Nos apenó mucho que ellos quieran vender su tierra, pues en pocos años recorrer el camino será difícil, lleno de candados más que de tranqueras abiertas, de negativas más que de hospitalarias bienvenidas. Los posibles compradores, nos contó, son médicos, lo que nos llevó a especular que su intención debe ser crear algún centro de tratamiento con aguas termales.

Luego de armar las carpas fuimos a las termas a relajar nuestros castigados cuerpos. Las "instalaciones" constan de un piletón excavado en la piedra con capacidad para unas 5 personas, una canaleta que conduce el agua caliente hasta éste, y una manguera que trae agua fría para ir regulando la temperatura. Allí pasamos un buen rato hasta que decidimos volver al campamento. En el lugar encontramos dos hermanas, que con unos 50 y pico andaban aún recorriendo lugares con sus mochilas. Nos contaron que a una hora y media de allí, sobre el río Esperanza, había unas playas muy lindas. Con ellas viajaba una pareja, Víctor, quien fuera refugiero del campamento móvil del Paso de la Nubes, y su mujer. Los encontraríamos en el camino a lo largo de todo el viaje hasta Ralun.


Puente sobre el río Esperanza


Termas de los Vuriloches



















Día 4, Martes 25 de Febrero de 2014:  

Por cuarto día consecutivo un sol radiante nos anticipaba una gran jornada. A esta altura ya no podíamos creer nuestra suerte con respecto al clima. Cuatro días, pocas nubes y ninguna gota. Nos despedimos de Leticia con la promesa de volver y probar sus platos. Como cada día, eran las 11 cuando arrancamos a caminar.

Pety, Doc, Anita, Leticia, Jorge, Eli

Apenas arrancamos cruzamos el río Blanco por un puente colgante. Luego el camino sigue a la derecha del río, atravesando selva Valdiviana y algunos claros similares a los del día anterior. Es increíble el contraste que hacen algunos musgos muy verdes sobre la corteza rojiza de los arrayanes… estas pequeñas y bellas cosas que encontramos a lo largo del camino no dejan de sorprendernos.

Puente sobre el río Blanco

Luego el camino atraviesa un llano con una pared de piedra altísima a su derecha. Más allá de este llano, que es una pista de aterrizaje para avionetas ya en desuso, encontramos la casa de un poblador con un enorme árbol que ya desde lejos se destaca en esta bucólica postal.


Poco después vadeamos en río Bandurrias en su desembocadura en el Blanco. Otra vez, el contraste de color de sus aguas nos asombra y paramos a hacer unas fotos. El camino sigue con muy poco desnivel, dejando el río Blanco a la izquierda, y atravesando un bosque increíble, con gran variedad de especies arbóreas, musgos alfombrando troncos y piedras, hongos sobrero y de los de repisa, y con el aroma de “lauraca” aun siguiéndonos y alimentando la discusión. También volvimos a atravesar varios tramos de camino que transcurrían por los zanjones que viéramos el día anterior, pero cada vez más profundos y tenebrosos, algunos con paredes de hasta 5 metros.

Desembocadura del río Bandurrias en el río Blanco

A dos horas de lo de Velásquez cruzamos un puente sobre el río Blanco, que unos 20 metros más abajo corría encajonado entre enormes piedras blancas, alisadas por la acción del agua durante incontables años. Según Pety se parecía una masa de pizza... parece que la falta de comida sabrosa y los efluvios tóxicos de la “lauraca” la estaban haciendo alucinar. Algunos metros más adelante el río dobla al mismo tiempo que se libera del encajonamiento, creando un lindo lugar para descansar con enormes rocas y pozones donde uno puede bañarse. Enseguida bajamos por un pequeño senderito poco evidente y nos tomamos un descanso en ese asombroso lugar.

Almuerzo en el río Blanco

A una hora del puente llegamos a una bifurcación del camino señalizada con un cartel de madera pintado de blanco y con letras negras. Hacia la derecha se sigue el río Blanco en su recorrido hasta la desembocadura en el lago Todos los Santos, y el cartel de la izquierda señala el camino que conduce a Ralun. Si el destino es Peulla, hay que comunicarse con radio para asegurarse que alguna embarcación esté disponible para el cruce del lago Todos los Santos.


Bifurcación hacia Ralun

A unos 45 minutos de la bifurcación se llega a un descampado donde encontramos la segunda casa, del poblador Pedro Muñoz según nos dijera Leticia. Este nos indicó por señas, desde lejos, que siguiéramos derecho. Apenas se cruza su casa, el sendero baja a un arroyo y el camino se pierde un poco. Hay que remontar el arroyo unos 50 metros, cruzarlo y saltar una tranquera para retomar la senda que continúa en una pampita al otro lado del arroyo. Desde aquí el sedero sigue a través de descampados por una media hora. En semejante día de verano, nos morimos de calor, así que, si bien agradecíamos el buen clima, nos alegramos cuando un grupo de mañius nos dio la bienvenida a la sombra del bosque.
Luego de caminar una hora más llegamos a una tercera casa, la cual parecía abandonada. Allí paramos a descansar una media hora, y a las 18 hs emprendimos nuevamente la marcha. En este tramo el camino se mezcla con huellas de animales, y varias veces dudamos si íbamos por el indicado. Apenas dejamos atrás la casa, el sendero nos lleva por un descampado, que luego entra en un bosque quemado con suelo mallinoso. Aquí perdimos la senda, y debimos volver. El camino correcto deja el bosque quemado a la derecha.


Llegando a la casa abandonada

A media hora de la casa abandonada encontramos otra casa, donde un poblador nos indicó que siguiéramos derecho, cosa difícil si se tiene en cuenta la infinidad de huellas que hay. De aquí caminamos una hora más, y luego de una bajada muy pronunciada llegamos al río Quitacalzones, el cual hay que vadear.

Vadeando el río Quitacalzones

Unos 100 metros río arriba está el Bosque Hundido. Un derrumbe produjo un pequeño embalse que inundó un sector del bosque, los árboles muertos aún en pie, generan una visión fantasmagórica. A orillas del Quitacalzones nos detuvimos con la intención de acampar, y antes de armar las carpas nos dimos un baño en el río. Víctor, quien venía guiando a las hermanas que encontráramos en las termas,  nos encontró allí. Adivinando nuestra intención de hacer campamento en ese lugar nos observó que probablemente el agua no era potable en ese lugar debido a que venía desde el bosque hundido donde permanecía estancada. Nos dijo que siguiéramos unos cientos de metros más adelante, hasta donde ellos acampaban, que allí había lugar suficiente para todos. Le hicimos caso. Si bien había muchos mosquitos, teníamos gran cantidad de leña para la fogata, basta con decir que no hizo falta colectarla, sino que alcanzaba con darse vuelta y tomar unas ramas cuando hacía falta alimentar la el fuego.

Bosque Hundido

Nos intrigaba el nombre del último río que cruzamos, el Quitaclazones. En un momento supusimos que debía ser un río muy correntoso que, literalmente, le quitaba los calzones a quien intentara cruzarlo, pero desechamos esa idea al ver que su correntada no era lo suficientemente violenta. Tampoco es un lugar tan hermoso que genere un erotismo desenfrenado que lleve a las parejas a quitarse la ropa con el fin de amarse en sus aguas, no. Otra hipótesis, quizás la más plausible de las tres, es que sus aguas no sean potables debido a que se encuentran estancadas en el bosque hundido, y que quien la beba sufra de repentinas inestabilidades entéricas que obliguen a quitarse los calzones repetidamente.




Día 5, Miércoles 26 de Febrero de 2014:

Nos levantamos a las 8 y nuestros vecinos ya se habían marchado… tipos madrugadores si los hay. Antes de salir fuimos a ver el bosque hundido, donde encontramos el primer alerce del camino. Como si estuviéramos signados por una maldición, no arrancamos hasta las 11. No importaba a qué hora nos levantásemos, si nos tomábamos tiempo para desayunar o no, siempre arrancábamos a las 11.

Alerce
A poco de empezar a caminar nos cruzamos un poblador a caballo que paró a darnos algunas indicaciones. Nos dijo que siempre siguiéramos los caminos con huellas de caballos herrados (regla que puede aplicarse para todo el viaje cuando aparecen las huellas de animales, generalmente cerca de asentamientos). También nos dijo que cerca de una casa abandonada, bastante más adelante, la gente erra el camino, que siguen recto por una pampita hasta llegar a un mallin desde el cual se ve el Lago Cayutúe. Por allí no es posible seguir. El camino correcto se toma a la izquierda de la casa abandonada.

El camino está lleno de zanjones como los que viéramos los días anteriores, pero cada vez más profundos, llegando en algunos casos a 8 metros de profundidad, siempre barrosos y cubiertos de musgos. En el fondo hay troncos atravesados para disminuir la erosión y seguramente para facilitar el tránsito en épocas más húmedas. Imaginamos que hacer este camino con lluvia debe ser muy engorroso. Las historias relatan que en noches de viento es posible escuchar fantasmagóricos gritos, ecos de puteadas de miles de caminantes que han sufrido la lluvia en el trayecto.
A una hora de caminata vadeamos un río, y una hora más tarde el segundo. En éste último el camino se pierde un tanto abruptamente, pero en la margen opuesta hay una pirca sobre un tronco que señala la continuación del sendero. Tener en cuenta que la marca no es de lo más permanente, así que en caso de que el camino termine, hay que tomarse un momento para ver si continúa al otro lado del río. A partir de aquí el camino es un tanto confuso, con muchas huellas de animales y mucha vegetación. Una hora más tarde cruzamos un tercer río, cuyo lecho está conformado por piedras rojizas. Hacía mucho calor y paramos a llenar nuestras botellas con agua.

Eli vadeando el río de piedras rojas

A partir de aquí todo empeoró. Miles de mosquitos se ensañaron con nosotros haciendo la marcha un tanto fastidiosa, y a 15 minutos de vadear el río llegamos a una casa abandonada, con un inmenso jardín de árboles frutales, que parecía dominio absoluto de millones de mosquitos. Tanto es así que entendí por qué habían abandonado la casa! Desesperados por librarnos de los mosquitos tomamos la primera senda que encontramos y continuamos la marcha, pero a poco de andar salimos a un descampado a la izquierda del cuál había un gigantesco mallín. Hacia el fondo se divisaba un lago… habíamos caído en la trampa de la que nos advirtiera el poblador. Volvimos a la casa y, como nos había indicado el paisano, tomamos el primer camino que vimos hacia la izquierda de la casa. El sendero subía, y subía, y subía… desde allí arriba veíamos el lago Cayutúe, nuestro destino del día, tan cerca, pero tan inalcanzable.


Mallin de los mosquitos y lago Cayutúe al fondo

Lago Cayutúe y volcán Puntiagudo de fondo

Luego de mucho subir por senderos poco marcados llegamos a la conclusión que habíamos errado nuevamente el camino. Muy cansados y muertos de calor nos detuvimos a la sombra, ya lejos de los mosquitos, a tomar un respiro y pensar con más calma. Anita tenía miles de picaduras de mosquito, cada una formando una roncha. Nos asustó pensar que esa reacción alérgica pudiese tener consecuencias más graves. Se estaba haciendo tarde y ya barajábamos la posibilidad de hacer noche en el lugar. Al bajar nuevamente a la casa abandonada, encontramos finalmente el camino correcto. 

A la izquierda de la casa, luego de pasar un pequeñísimo curso de agua, y antes de tomar los senderos que suben, la continuación del camino está disimulada entre árboles y sin ninguna señalización. Así es que luego de estar perdidos por 3 horas, continuamos nuestro camino. Desde aquí la senda sube bastante, y luego baja hasta una playa llena de juncos en el Lago Cayutúe. Luego vuelve a subir, lo que generó varias puteadas que ahora resuenan en los días de viento alimentando historias de miedo. Media hora más de caminata y llegamos a una pampa donde se destacan unos álamos muy altos. Estábamos ya en la zona de acampe del lago, donde nuestros vecinos de los últimos días ya habían levantado su campamento. El lugar es increíble, con una hermosa playita de arena, y una magnífica vista del volcán Puntiagudo que se destaca con su característica forma.


Atardecer en el Lago Cayutúe



Día 6, Jueves 27 de Febrero de 2014:

Este día empezó distinto a todos los demás días, amaneció nublado, sin viento, pesado, gris…raro, al menos para nosotros que veníamos teniendo todos días de sol. Esa mañana Anita se despertó con un ojo hinchadísimo por la picadura de un mosquito. No pudimos evitar el chiste fácil de decirle “córtame el párpado” o que parecía una coreana.

Campamento en lago Cayutúe

También a diferencia de los demás días…. arrancamos antes de las 11! Queríamos aprovechar el día para recorrer Cochamó. Así es que nos apresuramos en la salida, nos despedimos de nuestros involuntarios compañeros de caminata, quienes habían decidido quedarse un día más en el Cayutúe, y emprendimos el camino.
Cruzamos el río que delimita la zona de acampe (el río Conchas quizás) y seguimos un sendero que sube dejando el río que cruzáramos a la izquierda. A poco de empezar encontramos un tronco atravesado sobre el río que hacía de puente, con señalizaciones y flechas (de las pocas que vimos en todo el trayecto). Después de debatir unos minutos, acertadamente decidimos ignorar las señales y seguimos recto por el camino que veníamos transitando, pues el sentido común nos indicaba que muy probablemente ese camino alternativo nos llevaría de regreso al área de acampe que habíamos dejado atrás. Este sendero, de a tramos muy pedregoso y en otros muy barroso, asciende suavemente por una hora hasta llegar a una tranquera. Más allá de ésta se abre una explanada donde empieza un camino de ripio.

Comienzo del camino a Ralún

Llegar a Ralún, lleva una hora y media de marcha por este camino de ripio. A poco de empezar a bajar, el cielo se abrió un poco y nos regaló una hermosa vista del estuario de Reloncaví.

Estuario de Reloncaví

El paisaje es muy pintoresco, con casitas de madera pintadas de varios colores lo que las hace visibles en la espesa selva Valdiviana. Al costado del camino había incontables zarzamoras con sus frutos ya maduros, casi como invitándonos al banquete. Como ya dije, somos débiles de espíritu, así que nos detuvimos miles de veces, casi cada vez que veíamos un arbusto repleto. Vimos también varias colmenas, “industria” donde seguramente se produce la conocida miel de ulmo. La bajada nos resultó dura, pues estábamos cansados y con los pies doloridos después de tantos días de caminata. Agradecimos las nubes, pues esa caminata hubiese sido un martirio en un día soleado.
Nuestra alegría fue suprema cuando divisamos la ruta, y creció aún más al ver que a unos 20 metros de allí había una especie de mercadito, donde decidimos comprar algo para almorzar. La señora del lugar nos ofreció el menú del día, que consistía en salmón, papas hervidas y arroz, que acompañamos con una cerveza… y con eso la alegría se transformó en éxtasis.

Almuerzo en Ralun

Luego de recomponer nuestro espíritu con semejante festín, preguntamos donde podíamos tomar el colectivo para llegar a Cochamó. Unos camioneros nos dijeron que el camino a Cochamó estaba cerrado, el motivo…el descontento de un poblador a quien no le pagaban los cánones por un puente provisorio que pasaba por su terreno. Es así que decidimos seguir nuestro camino a pié y tentar la suerte haciendo dedo. A los 5 minutos de arrancar oímos un motor a nuestras espaldas, y al darnos vuelta vimos aparecer detrás de una curva el colectivo… por supuesto le hicimos señas y se detuvo… no podíamos creer nuestra suerte. Hay solo 3 colectivos por día que vienen desde Puerto Montt, uno a la mañana, otro a las 3 de la tarde, y uno ya más de tardecita. De cualquier manera es recomendable chequear los horarios antes de partir para estar seguros y planear la llegada a la ruta a tiempo. Al llegar al puente de la discordia, otro colectivo esperaba para trasbordar a los pasajeros y sus bolsos. La maniobra de los choferes, que pusieron un micro al lado del otro para pasar los bolsos, generó el descontentó de un par de carabineros que habían llegado para asegurar el tránsito en el lugar.

Estuario de Reloncaví

Al continuar el viaje, Pety entabló charla con una señora, “Nori”, que le ofreció alojarnos en su hostal por 15.000 pesos chilenos por persona (unos 300 pesos argentinos). Nos pareció demasiado para nuestro menguado presupuesto pero llegamos a un acuerdo por el hospedaje sin desayuno. Al llegar a Cochamó tuvimos que negociar el precio del pasaje, pues no nos lo habían dicho. El monto que reclamaba el chofer era distinto a lo que nos reclamaba el ayudante, y ambos eran superiores al precio real según nos comentaron luego. No nos vacunaron por mucha guita, pero nos dejó un sabor amargo el sabernos engañados.
Mauricio, el hijo de Nori, nos estaba esperando ya con su camioneta para llevarnos al hostal. Allí nos alojamos, y luego de lavar un poco de ropa, tomar unos mates y darnos un buen baño (el primero con agua caliente en varios días) salimos a recorrer el pueblo.

Cochamó, Iglesia del pueblo

Cochamó es un típico pueblo chileno de pescadores, muy pintoresco, con numerosas casitas de madera, algunas de ellas colgadas de las laderas, y con gente muy amable. Bajo una llovizna que amenazaba con hacer difícil el regreso, fuimos a reaprovisionarnos y a comprar pescado para la cena, la cual acompañamos con unas cholgas que nos regaló Mauricio, cerveza y unos mojitos que preparó Anita.

Cena y mojitos en el hostal Maura

Mauricio nos contó que había vivido 12 años en Suecia, donde se casó, tuvo hijos y donde siempre trabajó vinculado al turismo. Cuando decidió volver a su Chile natal, a donde regresaba cada verano de vacaciones, inició su propio emprendimiento turístico. Además de administrar su hostal “Maura” hace guiadas por la zona. El hostal es muy lindo, muy acogedor y tanto Mauricio como Nori son personas muy agradables y simpáticas.

Esa noche dormimos realmente bien, en una cama cómoda, bañados, con una buena cena en la panza y rogando por que la lluvia parase.



Paso León:

El paso León (también llamado paso Río Manso), mucho más bajo, cuenta con sólo 480 metros. Este paso, mucho más transitado que el anterior, une el paraje El Manso del lado argentino con paraje El León en tierras chilenas. Es muy usado por pobladores, que alejados de centros urbanos en el país hermano, recorren este camino para aprovisionarse en Argentina. Los puestos de Gendarmería y Carabineros tienen asiento permanente, por lo que el paso está abierto durante todo el año. La caminata transcurre en su mayor parte a lo largo del valle del río Cochamó (vocablo huilliche que significa “apaciguarse el viento”). La belleza paisajística del valle y las sensaciones que genera son imposibles de describir con simples palabras. Los bosques de alerces milenarios y los imponentes macizos rocosos nos recuerdan el carácter efímero y frágil de nuestra existencia. Estos últimos, con sus impresionantes paredes graníticas que deleitan a escaladores de todo el mundo, se han ganado el apodo de “Yosemite chileno”.

El valle de Cochamó está localizado en la Región de los Lagos, al sur del Parque Nacional Vicente Pérez Rosales y al Este del estuario de Reloncaví. El paisaje está gobernado por la selva Valdiviana, uno de los últimos 3 bosques de este tipo que quedan en el mundo. Casi todo el valle pertenece a propietarios privados, mayormente residentes locales, habiendo pasado de padres a hijos por varias generaciones desde que los primeros hacendados se asentaron a principios del siglo XX. La tierra se utiliza principalmente para ganadería de tipo extensivo, aunque también se practica algo de agricultura. Hoy en día, sin embargo, la principal actividad de la región es el turismo. A principios de los años 90, el aventurero alemán Clark Stede impulsó el turismo internacional llamando la atención de turistas europeos sobre las atracciones del valle. Desde entonces el valle ha ganado cada vez más reconocimiento, atrayendo principalmente dos tipos de viajeros, escaladores y caminantes. Este valle, al igual que otras cuencas en Chile, se encuentra bajo la amenaza de proyectos de gran escala de intereses económicos extranjeros. Hace algunos años, los residentes se aliaron exitosamente para impedir una explotación forestal de gran escala que incluía la construcción de una ruta que atravesaba todo el valle, pero no antes de que construyeran 7 km de camino. Más recientemente el valle estuvo bajo la amenaza de empresas hidroeléctricas, que en 2009 reflotaron la idea de instalar un sistema a gran escala de vertederos y tuberías para generación de energía eléctrica, y el tendido de torres de alta tensión. Nuevamente el esfuerzo conjunto de los pobladores impidió la concreción del emprendimiento, y el río Cochamó fue declarado río protegido para turismo.

Un poco de Historia:

Desde hace por lo menos mil años, los pueblos cazadores recolectores de la estepa patagónica usaban este paso para llegar al Pacífico y diversificar su base de recursos alimenticios y materias primas. Tomaban contacto con los pueblos pescadores de Chiloé y los archipiélagos patagónicos con quienes intercambiaban sus productos. Varias pinturas rupestres localizadas en la zona son prueba de esta parte de la historia sudamericana.
Mucho tiempo después, los testimonios legados por españoles que habitaron Chiloé en el siglo XVII, hablan de la presencia de indígenas del este andino en las costas de Reloncaví, aunque nunca llegaran a reconocer sus caminos de acceso ni menos aún recorrerlos.
En época más reciente, hasta 1880, la ruta sería frecuentemente utilizada para el transporte de ganado hacia Chile por los hombres de Foyel, el último cacique tehuelche antes de la arrasadora campaña militar del desierto, emprendida por el ejército argentino, que despojó para siempre a las parcialidades indígenas de su territorio
El sendero fue “descubierto” por el hombre blanco recién en 1883, y fue utilizado principalmente para transportar ganado desde Argentina hacia Cochamó, donde era embarcado para ser enviado a las minas del norte de Chile. Los famosos bandoleros Butch Cassidy y Sundance Kid, utilizaban este paso para llevar su ganado hasta Chile desde Cholila (Chubut), donde tenían un rancho que les servía de escondite ante los agentes de la ley que intentaban darles caza.
El paso tendría luego momentos de gran esplendor, cuando a comienzos del siglo XX 400 hombres trabajaran en la construcción de un camino y un tendido telegráfico que uniera las localidades de Cochamó en Chile, con El Bolsón en Argentina. Con el apoyo del Estado chileno, la obra serviría a los intereses de la Sociedad Chileno-Argentina, un poderoso conglomerado empresarial formado principalmente por colonos alemanes radicados en el sur de Chile, que llegó a poseer vastas propiedades e instalaciones industriales a ambos lados de la cordillera. Hasta entonces el territorio trasandino no estaba conectado por caminos con las principales ciudades argentinas ni tampoco estaba delimitada la línea de frontera entre Chile y Argentina en estas latitudes. El camino se construyó para facilitar el transporte de ganado desde los ricos valles orientales de los Andes a los puertos del Pacífico, pero estas grandes obras tendrían muy poco uso respecto del proyecto original, el que no prosperó como se esperaba.
Hacia 1911, el sendero era sólo utilizado por los pobladores antes contratados por la gran empresa que prefirieron asentarse en la zona andina boscosa y dedicarse a la ganadería y la pequeña agricultura. Y también lo sería para bandas de cuatreros que infestaban la zona aprovechando las facilidades para el contrabando de animales que las circunstancias les brindaban.

Relato:

Día 7, Viernes 28 de Febrero de 2014:

Al levantarnos vimos que el cielo venía despejándose desde el oeste, lo cual además de ser un buen augurio para los días que nos quedaban por delante, nos daba esperanzas de ver el volcán Yates, que a pesar de sus 2.187 msm había quedado oculto el día anterior. Mientras desayunábamos Mauricio nos dijo que la lluvia que había caído durante la noche había sido todo, que el pronóstico indicaba que durante los siguientes días no llovería… Genial!!!

Hostal Maura
Despidiendo Cochamó

A las 10.30 Mauricio nos llevó, por una suma razonable (8.000 pesos chilenos, unos 160 pesos argentinos), hasta donde se inicia el camino hacia “La Junta”, la que sería nuestra primer parada en el camino de regreso. Desde la camioneta intentamos divisar el volcán, pero no tuvimos éxito así que deberemos esperar al próximo viaje.

Jorge, Pety, Eli, Anita, Mauricio y Doc

Luego de registrarnos iniciamos el camino. A pocos minutos de empezar hay que cruzar el río Piedras. El sendero desemboca directamente en el río, pero unos 20 metros río arriba hay un puente labrado en un tronco que no es muy visible desde el sendero. A diferencia del paso Vuriloche, este camino es muy transitado, sobre todo el primer tramo hasta La Junta. Nos cruzamos varios grupos de personas a caballo (claramente turistas), otras personas realizando porteos con caballos y también gran número de caminantes. Parecía que La Junta era un muy lugar popular, tal como nos habían adelantado. El camino está muy marcado, es muy pedregoso y húmedo, y corre siempre a la izquierda del río Cochamó sin cruzarlo.

Pety recargando agua
Selva Valdiviana

























En un momento nos cruzamos con dos pobladores a caballo. Uno de ellos, claramente borracho, trataba de volver a atar paquetes con víveres que traía en su montura y que se habían soltado. Estaban en uno de los tantos zanjones que cruzamos y tapaban el camino. Por miedo a que los caballos nos pateen si intentábamos cruzar nos quedamos esperando, cosa que pareció ponerlo nervioso. El segundo lugareño nos indicó que pasáramos, y al hacerlo, el Doc saludó y preguntó de dónde venían. Ante la consulta el hombre dejó de hacer lo que lo tenía ocupado, miró a Ruben por sobre el caballo y le responde “Con todo respeto le digo esto, ¿Qué mierda le importa de donde vengo?" La respuesta nos dejó atónitos, y un clima raro empezó a generarse cuando comenzó a mencionar que la tierra tenía dueño por esos lugares y que tendríamos que pagar, que ya nos encontraríamos más adelante. Unos  minutos después, cuando la tensión pasó, empezamos a reírnos de algo que se nos había pasado por alto en el momento…la ironía de que usara para responderle a Rubén, su mismísima y más importante muletilla, el legendario “con todo respeto le digo esto”. Siempre en Chile nos han tratado muy amigablemente, y un caso aislado no puede cambiar esa impresión. Me arriesgaría a decir que la raíz de esa reacción puede ser cierta antipatía ante una situación que parece ser normal en lugares que repentinamente son “descubiertos” como centros turísticos, los adinerados inversores se quedan con todo, y los lugareños ven como poco a poco su lugar y su paz se van destruyendo, sin siquiera quedarse con una mísera tajada.

Luego de caminar 3 horas, y a poco de llegar a La Junta, hay una tranquera con algunos carteles. En vez de continuar, decidimos cruzar el río para almorzar en un playita que divisamos en frente, en un recodo del Cochamó. En este sector el río tiene unas barrancas de unos 8 metros, y para cruzar a la costa opuesta hay una especie de carro con tirolesa que utilizamos todos salvo el Doc, que en una actitud temeraria decidió saltar y cruzar a nado.

Tirolesa sobre el río Cochamó

Llegando a la primer hostería, con el cerro Trinidad de fondo
Comimos, dormimos una pequeña siesta y ya eran las 5 de la tarde. Tiempo de seguir, así que agarramos las mochilas para hacer el pequeño tirón que nos quedaba hasta el camping de La Junta. Siguiendo por la margen en que nos encontrábamos se llega hasta dos refugios, donde pernoctar cuesta 9.000$ chilenos (180$ argentinos). Hay otras dos tirolesas para cruzar el río, una a la altura donde comienza el camping de La Junta y otro donde este termina. Nosotros volvimos a cruzar el río para llegar hasta el camping, donde cuesta 3.000 chilenos (unos 60 $) armar la carpa. Unos pibes chilenos nos dijeron que al final del camping pago, y cruzando el río La Junta hay una zona de acampe libre... hacia allí fuimos! Como la zona estaba repleta de gente, seguimos unos 5 minutos hasta encontrar una increíble playita de arena, con unos fogones y espacio para las carpas bajo los árboles. Allí nos quedamos y compartimos el lugar con dos parejas chilenas.

Playa en el río Cochamó

Allí el río es profundo y forma una especie de piletón, donde el agua, a pesar de ser muy clara, se ve de una tonalidad verdosa. Desde aquí se divisa el cerro Trinidad, que con sus 1.000 de altura atrae a escaladores de todo el mundo. Otro detalle es que la playa está estratégicamente orientada de este a oeste, recibiendo sol durante todo el día, desde el primer al último rayito. Cerca de allí, volviendo hasta el río La Junta y remontándolo, hay una cascada con unos toboganes y piletones. Nos quedamos con las ganas, pues llegamos tarde, y ya no nos quedaba mucho tiempo de luz para disfrutar del lugar.


Atardecer en el río Cochamó


Día 8, Sábado 01 de Marzo de 2014:

Al despertarnos ya el sol arrancaba vapores del río, y se vislumbraba que nos esperaba otro hermoso día de sol. Era tentador quedarse a disfrutar de ese hermoso lugar, pero los días estaban contados, había que llegar y por delante había aún otras maravillas por ver. Luego de desayunar nos dimos un baño purificador en las frías aguas del Cochamó, y arrancamos nuestra marcha.

Amanecer en el río Cochamó

Cerro Trinidad al amanecer

A media hora de caminata vadeamos el río Traidor. Lleva este nombre porque ante lluvias intensas puede aumentar rápidamente su caudal dejando atrapado sin posibilidad de volver a caminantes distraídos.

Vadeando el río Traidor

Selva Valdiviana
A 45 minutos de allí se cruza el río Valverde que, encajonado, corre unos metros debajo de un puente de madera que sirve para cruzarlo. Apenas se cruza el puente el camino se pierde en una pequeña pampita con una casa poco visible hacia la izquierda. Hay que ir hacia la derecha de la pampita para encontrar nuevamente el sendero. Luego el camino sube un poco, y a la derecha, en un recodo, hay un par de casitas que parecen estar abandonadas, con un patio lleno de manzanos y ciruelos, de los que colectamos algunas frutas. Un poco más adelante paramos a comer. En Cochamó nos habían dicho que era posible comprar pan y queso a pobladores durante el camino, por lo que no compramos suficiente para todo el viaje de vuelta. Pero en La Junta sólo hacían unos pocos panes por día que había que encargar desde la mañana, por lo que no quedamos sin poder comprar, y nos dijeron que hasta el Lago Vidal Gormaz no íbamos a encontrar donde comprar. Si bien no íbamos a pasar hambre, la falta de pan iba a ser un duro golpe a la moral.



A las 15 hs comenzamos a andar nuevamente. El camino transcurre con una suave pendiente ascendente, siempre con el río Cochamó a la derecha del sendero, a veces visible, a veces sólo se oye el rumor de sus aguas y en otras ocasiones se pierde cualquier signo de su presencia. El camino transcurre por un bosque de mañius salpicado por algunos coihues. Hay también Taiques (Desfontainia spinosa) con sus flores acampanadas color rojo y amarillo, Copihues (Lapageria rosea) cuya flor rosa y acampanada es la flor nacional de Chile y también Chilco (Fuchsia magellanica) con sus pintorescas flores rojas. Un poco más adelante empezamos a observar alerces, algunos de ellos milenarios con troncos enormes, de hasta metro y medio de diámetro en algunos casos, y centenares de renovales.

Macizo granítico
Alerce milenario

Aproximadamente a 4 horas de La Junta comenzamos a oír el ruido de agua al cayendo, y adivinamos que ya estábamos cerca de nuestro destino, El Arco. Un poco más adelante una bajada nos dejó frente a una postal magnífica. Un arco de piedra, lo suficientemente grande como para dar sustento a un alerce que se alza sobre él; por detrás del mismo las aguas del rio El Arco caen en una cascada hasta un pozón ubicado a sus pies, para luego correr por entre piedras hasta perderse de nuestra vista; enmarcado esta maravilla hay decenas de alerces milenarios que parecen custodiar el lugar.


El Arco

Alerces milenarios
Luego de vadear el río, y a unos 150 metros de este hay una bifurcación. Si se toma por la izquierda se llega a un refugio, ideal para cobijarse en caso de lluvia. Tiene un fogón en el centro, y puede albergar cómodamente a unas 8 personas. El camino de la derecha conduce a una pequeña pampita con algunos fogones. Hay un precario refugio hecho de troncos y cerca de allí un arroyito donde se puede juntar agua. Decidimos que el segundo lugar era más lindo para acampar, y como no llovía, allí armamos las carpas. Al costado de esa pampita hay una gran cantidad de alerces quemados, troncos grises apuntando al cielo, congelados en pose de desgarradora agonía, que nos recuerdan las consecuencias de actuar con negligencia. Antes de preparar la cena volvimos al arco a tomar unos mates y bañarnos en el pozón. A la noche, bajo un cielo repleto de estrellas, pasamos una noche increíblemente divertida, con muchas historias y risas, uno de esos momentos memorables que quedan en el arcón donde uno guarda los mejores recuerdos.



Alerzal quemado


Anita, Eli, Jorge y Pety en El Arco




Día 9, Domingo 02 de Marzo de 2014:   


                                                                           “De vez en cuando la vida nos besa en la boca,
          y a colores se despliega como un atlas…
          Se hace de nuestra medida, toma nuestro paso
          y saca un conejo de la vieja chistera,
          y uno es feliz como un niño cuando sale de la escuela…
          De vez en cuando la vida afina con el pincel,
          se nos eriza la piel y faltan palabras,
          para nombrar lo que ofrece a los que saben usarla”
                                                                                 (J.M. Serrat)

La travesía nos regalaba otro día hermoso y soleado, uno más, pero diferente a los anteriores…hoy es el cumpleaños del Doc. Todos lo saludamos, y luego del desayuno le hicimos un regalo que le veníamos preparando durante el camino. Para bromear acerca de su condición de colector compulsivo de, a nuestros ojos, porquerías inútiles, le entregamos un puñado de objetos que fuimos recolectando durante la travesía. Un tenedor de mango rojo que hace juego con una cuchara de la misma marca, una media a rayas, una boya de pesca, una estaca de carpa, una soguita, una punta de bastón y algunas otras cositas. Poco entendemos este vicio, pero como dijo el Nano, “cada loco con su tema, contra gusto no hay disputa…”


Pety, Doc, Anita, Jorge y Eli

Luego de preparar nuestras mochilas y pegarnos un último baño en el pozón, emprendimos la marcha hacia el Vidal Gormaz, dejando atrás ese maravilloso lugar, y los 55 años del Doc. Hay que seguir el sendero que lleva al refugio, y que a poco de allí se adentra en el bosque quemado. El suelo es mallinoso, y el sendero está cubierto de troncos y tablones para no mojarse. Algunos, algo traicioneros, se hunden al pisarlos.


Chapuzón en El Arco

El camino asciende, al principio suavemente, luego con una pendiente más pronunciada. A la hora de caminata los alerces comienzan a escasear y el bosque comienza a estar dominado por coihues y mañius, y aparecen también algunas lengas. Media hora más tarde el dominio de las lengas y los coihues es absoluto. Se cruzan varios arroyos donde se puede cargar agua.

A poco menos de 2 horas de caminata, aparece una pequeña lagunita, un lugar pintoresco pero no muy aconsejable para acampar, pues es muy húmedo y pantanoso. A 15 minutos de aquí, luego de una subida pronunciada se divisa hacia abajo el Lago Grande.


Vista del Lago Grande
Bajada al Lago Grande

Luego de una bajada se llega a su costa, llena de juncos y con algunos fogones. Es un lugar tentador para quedarse, pero a 20 o 30 minutos de caminata, por un camino que sube bastante, se llega a una playita de arena muy linda, en el extremo opuesto del lago que paga con creces el esfuerzo extra.


Lago Grande

Allí paramos a comer, y luego de un par de zambullidas, de zamparnos un delicioso y ecléctico plato, nos acostamos a calentarnos al sol cual lagartos. En ese momento de paz le digo a Rubén “Que lugar para cumplir años, no?”, a lo que él respondió “y qué clima!”. El momento era tan perfecto, tan grandioso, como lo venía siendo todo el viaje, que Eli, tendida en la playa boca arriba, tomando sol, impávida, sin moverse ni abrir los ojos comenta, cual si fuera una verdad casi obvia “Para mí que morimos el primer día”, dejando implícito que estábamos en el paraíso. Me quedé pensando en lo que había dicho, y si bien no sé cómo será el cielo, debe parecerse bastante a ese momento, debe ser como tener vacaciones indefinidamente, y la sabiduría y la suerte para elegir buenos destinos para ir a conocer… así de simple era?


Chapuzón en el Lago Grande

Eli, Anita, Pety, Jorge y Doc en Lago Grande

A las 5 de la tarde emprendimos la marcha, y a 15 minutos de allí encontramos otro lago, probablemente el que Mauricio nos mencionara como Lago chico. El camino sube y baja en varias ocasiones. A una hora y media de caminata, el sendero baja y se abre a una pampa con árboles quemados sobre la costa norte del Lago Vidal Gormaz. Supusimos, y luego nos confirmarían, que ese incendio es una práctica para ganar zona de pasturas para el ganado.


Campo quemado

El sendero lleva hasta la casa de la familia Bahamonde, donde según nos habían dicho, podríamos comprar pan y queso, algo que anhelábamos ya con fiereza. Desgraciadamente nadie respondió a nuestros llamados, así que seguimos y acampamos a la orilla del río que atraviesa el valle, cerca de su desembocadura en el lago.


Llegando a lo de Bahamonde

Luego de armar las carpas, Anita fue a probar suerte con el pan, y al cabo de un rato regresó, no sólo con pan, sino también con miel!!! Ahí nomás el Doc pelo un salamín (con todo respeto les digo esto) que nos quedaba, Eli fue a buscar una cerveza (sorpresa para el Doc en su cumpleaños y que veníamos cargando desde Cochamó) que habíamos dejando enfriando en el río, Pety puso manos a la obra y preparó unas tostadas con ajo y queso rallado. Qué tal???!!! De estar racionando la comida a preparar una picada cumpleañera con birra con el Vidal Gormaz de fondo!


Picada cumpleañera

Comimos y nos fuimos a dormir temprano. Al día siguiente habría despertadores para iniciar temprano los 24 km que nos separaban del camping en las pasarelas, ya del lado argentino.

Lago Vidal Gormaz


Día 10, Lunes 03 de Marzo de 2014:        
                                                                                     “Cuanto más voy pa’ allá, más lejos queda,
                            cuanto más de prisa voy, más lejos se va…”
                                                                                 (J.M. Serrat)

Una densa niebla se posaba sobre el lago esa mañana, dándole un aspecto fantasmagórico al paisaje. Era un amanecer sin sol, pero aun así hermoso.


Amanecer en el Lago Vidal Gormaz

Hay dos opciones para llegar al valle del río Manso y seguir hasta el paso León. Se puede tomar un camino que bordea el Vidal Gormaz por su margen oeste hasta llegar al río Torrentoso, para luego remontar el valle del río Manso. Otra alternativa es tomar un sendero más corto, pero con mucho más desnivel, que desde la costa norte del lago va directamente hacia el este, subiendo las montañas, pasando por Laguna Brava, para desembocar luego en el valle del Manso. Nosotros ya teníamos decidido ir por el camino más largo. Mientras terminábamos de preparar las mochilas, llegó una lancha con 3 personas. El lanchero, llamado Máximo Soto, y dos sobrinos a los que traía. Bahamonde nos preguntó si queríamos cruzar en lancha. No íbamos bien de tiempo, y nos habían sobrado algunos pesos, así que luego de analizarlo entre todos, y negociar el precio del cruce (20.000 $ chilenos 0 400 pesos argentinos) decidimos aceptar el ofrecimiento. Los Bahamonde cuentan con una radio, y pueden llamar para que la lancha cruce en caso de optarse por esta tercera opción.

Máximo Soto y su lancha

Para cuando el sol asomaba por sobre las montañas, ya teníamos listas las mochilas y nos acomodábamos para el viaje en lancha. El lago corre de norte a sur, protegido en sus caras oeste y este por montañas. Tampoco había mucho viento, y entonces el lago se mostraba muy planchado, reflejando las montañas en su superficie. El paseo duró unos 50 minutos, pero nos pareció un suspiro de tan lindo que estaba el lago.


Cruce en lancha del Vidal Gormaz


Lago Vidal Gormaz

Máximo es dueño de una propiedad sobre el margen sur del lago, donde administra un camping, “Rancho Viejo” junto su mujer. Ellos también venden pan, queso, cerveza y chicha.

"Rancho Viejo", camping de Soto

Luego de despedirnos de Soto, emprendimos la marcha, eran las 11 de la mañana. A poco de andar cruzamos un río por un puente colgante pintado de celeste. Poco antes de este puente hay un desvío hacia la derecha que lleva hacia el río Los Morros. Nos tomó una hora y media llegar al final de este valle, donde luego el camino gira hacia la izquierda para entrar en el valle inferior del río Manso.


Cruzando el puente azul
El camino que va hacia el paso bastante transitado, y va siempre alto, con el Manso a la derecha y bien abajo, con su costa inaccesible. A una hora de caminata llegamos a un puentecito con una cascada donde recargamos las botellas y paramos a almorzar y descansar.

Cascada del descanso




Sendero en el valle del río Manso




Eran las 15 horas cuando retomamos la marcha. El bosque por el que transcurre el sendero se va pareciendo cada vez más al que vemos del lado argentino. El camino va más o menos a nivel, cruzando varios puentes y arroyitos, aunque cada tanto nos encontramos con subidas de gran pendiente…o es que ya el cansancio nos traiciona la percepción. A pesar de no haber llovido por varios días el camino es muy barroso, y una vez más reconocemos nuestra extraordinaria suerte con el clima. Imaginamos lo que sería transitar ese lodazal con lluvia y nos sentimos aliviados.

Vista del río Manso desde el sendero


En un momento hay una bajada muy pronunciada, se cruza un puente y el camino vuelve a subir. A poco de allí el camino se abre a un descampado y se llega lo que creemos es la localidad chilena “El Leon”. Hay un par de casas rodeadas por cercas. El camino las rodea, doblando hacia la izquierda y pasando entre éstas y un arroyo. Unos 100 metros más adelante hay un puente colgante. Apenas se pasa el puente hay que salir del camino hacia la izquierda para llegarse hasta el retén de Carabineros. Llegamos luego de dos horas y media de caminata desde nuestra última parada. Exhaustos, aprovechamos los 20 minutos que tomó el control de migración para darle un respiro a nuestros pies, y tomarnos unos mates con un poco de yerba que nos dieron los carabineros.


Llegando al puesto de Carabineros

Una vez cumplidas las formalidades migratorias, recorrimos los apenas 1000 metros que nos separaban de Argentina. La pasarela que cruza el río Manso estaba caída, pero hay un lanchero que cruza a los peatones. Mientras esperábamos que aparezca, entablamos conversación con dos personas que habían llegado a caballo. Nos explicaron que había que gritar para que el lanchero venga, de otro modo uno podía quedarse a vivir de ese lado. Uno de ellos, el menos conversador, resultó ser argentino, y patrón del más charlatán. Nos cedieron el lugar para que cruzáramos antes, quizás adivinaban por nuestra facha de refugiados de guerra que anhelábamos llegar antes de que nos agarre la noche.


Cruce del río Manso en la frontera, última pasarela

Una vez del otro lado cruzamos por el puesto de Gendarmería, averiguamos si alguien en vehículo salía, pero la desalentadora respuesta fue que ya era muy tarde, que a esa hora ya nadie pasaba por allí. Sin perder tiempo empezamos a caminar los 10 km que nos separaban del camping "La Pasarela", soñando con unas buenas birras frescas y un baño caliente. Poco habíamos caminado cuando de repente oímos ruido a motor que venía por el camino en el mismo sentido que nosotros. En seguida nos dimos vuelta, y se vieron, casi en cámara lenta, 5 pulgares en internacional gesto, palmas unidas en señal de súplica, caras que dejaban ver una mezcla de sorpresa y esperanza, y…. y la camioneta frenó! Los pulgares y las palmas se cerraron en puños que se levantaban al cielo, las caras trasmutaron a alegría, y las piernas corrieron como queriendo evitar que se nos escape esa última chance de llegar al camping aún de día. Aún hoy el recuerdo de esas caras, esos gestos, de las especulaciones sobre lo que pudo haber pensado el conductor nos hacen reír mucho. El conductor resultó ser el argentino que nos cruzáramos en la pasarela, y nos dijo que solo nos llevaba hasta el camping, que hasta allí iba.

De regreso en Argentina, acercándonos a Gendarmería.

Al llegar al camping le agradecimos el tirón, y en seguida fuimos a pedirnos unas buenas birritas heladas que acompañamos con unas buenas papas fritas. Que placer! Pocas veces he disfrutado tanto una cerveza como en ese momento! Tocábamos el cielo con las manos! Luego armamos nuestras carpas, nos pegamos una buena ducha caliente y nos pedimos para comer unas buenas hamburguesas para sentirnos nuevamente en la civilización.


Rica y fría cervecita, un mimo al espíritu!

Al día siguiente nos quedaba el último tramo hasta la ruta 40, donde tomaríamos el colectivo que nos llevaría a Bariloche.


Día 11, Martes 04 de marzo de 2014:

Camping de la Pasarela

El día amaneció gris y no tardó mucho en empezar a lloviznar. Teníamos la esperanza de que alguno de todos los allí presentes nos pudiera dar un aventón hasta la ruta, pero fue en vano. Aun cuando la lluvia desalentó a casi todos de la idea de quedarse a pasar allí el último día feriado, nadie se apiadó de los 5 caminantes. Éramos demasiados.

La Pasarela
Luego de caminar una media hora, Pety vio un camión en una chacra, se acercó a la cerca y preguntó si nos llevaban. La verdad es que se mostraban reticentes a la idea de llevarnos, pero accedieron a acercarnos unos 10 km hasta donde debían pasar a buscar un acoplado. Una vez allí, nos dijeron que nos llevarían hasta Villegas, pero que tendríamos que bajar antes de llegar al puesto de Gendarmería porque no querían tener problemas. Parecía que nuestra suerte no quería mermar. Al llegar a Villegas nos bajamos, como habíamos acordado, y como ellos seguían hasta Bolsón dejaron que Pety viajara con ellos hasta allá.


Llovizna de despedida

Los 4 restantes fuimos a esperar el colectivo, y mientras tanto hacíamos dedo. No pasaron ni 15 minutos y frenó un motor home, se abrió la puerta y una mujer nos hizo señas para que subamos. No podíamos creer cuanta suerte! El motor home era de una pareja de marplatenses. Nos contaban que les encanta viajar, y que por eso decidieron vender su casa, comprar algo mas chico, y con el resto compraron ese vehículo que les permitía viajar sin pagar alojamiento. Viven de la renta que le da el alquiler de un par de departamentos y se dedican a recorrer el país desde hace 3 años. Viajan sin apuro, con destinos fijados de antemano pero nunca inamovibles. Me pareció genial la forma en que habían decidido vivir, haciendo lo que muchos sueñan y pocos se atreven a hacer. Nos dejaron en Bariloche, nos despedimos y nos deseamos suerte.


Dedo en la Ruta 40

Esa noche cerramos el viaje con una buena milanga napolitana con fritas, no una cualquiera, fuimos a “La Fonda del Tío”.


Día 12, Miércoles 05 de marzo de 2014:  
                                                                               “De vez en cuando la vida nos gasta una broma,
                      y nos despertamos sin saber que pasa,
                      chupando un palo sentado, sobre una calabaza”
                                                                                 (J.M. Serrat)

Son las 8 de la mañana y ya estoy en mi oficina. Mientras espero que mi computadora inicie, disfruto del olor a café recién hecho, de la sensación de la taza caliente en mis manos. En esa pausa me asalta un pensamiento... hoy no hay carpas que desarmar, no hay mochilas que preparar, ni kilómetros por caminar. Extrañamente, ese pensamiento me genera una especie de nostalgia, muy velozmente pasan por mi cabeza imágenes y momentos vividos en esos 11 días con esos amigos geniales, y  con una punzada pienso que tendré que esperar hasta las próximas vacaciones para repetir una travesía de este tipo. Recuerdo el comentario de Eli en la playa de Lago grande, y pienso… “me cago en el médico que nos revivió” y empecé mi día de trabajo con una sonrisa…


“Puestos a escoger soy partidario de las voces de la calle más que del diccionario, me privan más los barrios que el centro de la ciudad, y los artesanos más que las factorías, la razón que la fuerza, el instinto que la urbanidad, y un Sioux más que el séptimo de caballería...
Prefiero los caminos a las fronteras, y una mariposa al Rockefeller center, y al farero de Cap de Pera al vigía de occidente…
Prefiero querer a poder, palpar a pisar, ganar a perder, besar a reñir, bailar a desfilar y disfrutar a medir.
Prefiero volar a correr, hacer a pensar, amar a querer, tomar a pedir, antes que nada soy… partidario de vivir…
Prefiero un bombero a un bombardero, crecer a sentar cabeza, prefiero la carne al metal, y las ventanas a las ventanillas… y la revolución a las pesadillas.
Prefiero el tiempo al oro, la vida al sueño, el perro al collar, las nueces al ruido, y al sabio por conocer que a los locos conocidos…
Prefiero querer a poder, palpar a pisar, ganar a perder, besar a reñir, bailar a desfilar y disfrutar a medir. Prefiero volar a correr, hacer a pensar, amar a querer, tomar a pedir, antes que nada soy… partidario de vivir…”
                                                                                                                                               (J.M. Serrat)

25 comentarios:

  1. Este relato refleja la magia de los días en que andamos felices de andar caminando por esos hermosos lugares! A tu regreso seguiremos con mas relatos de aventuras, profundos mallines, hordas de tábanos hambrientos, noches de mil estrellas, tardes de tormentas y fuertes nevadas, de queso con dulce de leche y mucho, pero mucho mas!

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  2. Que hermosos relatos, te agradezco porque mientras los leí sentí que viajé con ustedes

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    1. Gracias! Parte de la idea es compartir nuestras experiencias con quien esté interesado. Ojalá puedan seguir disfrutando de muchos más relatos

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    1. Qué bonita se ve la Patagonia desde aquí: tan seductora! Sus verdes y sus aguas perfilan una belleza apenas imaginable para mentes criadas en paisajes tan secos como éste desde el que me escribo: tan exótica. Aunque seguramente desde el lado de allá se anhele algo de lo que nosotr@s tenemos, por la diferencia y el consecuente espacio para el misterio, porque no ha de ser del todo despreciable la manera en la que la vida se aferra a sí misma para sobreponerse a este desierto tan prolongado. ¡Tantas maneras de entender nuestra relación con lo exótico! Tantas, tantas, tantas, tantas maneras de entender (¿infinitas?)..........aunque no deja de ser cierto lo siguiente: "en el infinito no hay asidura". Exótico ha de ser, por definición, cada uno de los redonditos instantes que nos van llegando desde lo que hasta hace nada no era sino futuro. Exótico entendido como nuevo, desacostumbrado, diferente, ¿consumador?, tentador, alumbrador, ojos-que-son-imanes-y-cantan-como-ninguna-otra-cosa-a-nuestra.alma......Punto y aparte.
      Y quizá lo más atractivo de esa Patagonia que mostráis no sean las fotos envidiables e inmaculadas, sino la pasión que se adivina entre las letras de la narración que propicia el trance. En fin...la pasión de los ríos cruzados y/o contemplados, de la libertad que supone que tu cama se pliegue y te acompañe, de la (no)meta que se acerca para alimentar de experiencias a la (no)siguiente, sumergirse a través de la puerta de entrada en la esfera líquida de ese viaje hasta que la de salida quiera regalarse... ¡Qué suerte tiene "El Tronador" de verse reflejado en vuestros ojos pálidos cual lienzos a la espera de cualquier fulgor! ¡¿No es cierto?! Él mostrando las galas de sus atardeceres hechas de fragilidad y tiempo. El eternamente cambiante Río Blanco con sus memorias aferrándose por un instante a los cantos rodados de "su" lecho con los que a veces se confunde. ¿Y qué me decís del eternamente cambiante Bosque Hundido, anclado fantasmagóricamente en la frontera entre conceptos (aparentemente) contradictorios? La Selva Valdiviana parece esponjosa y.....bueno, no sé. Punto y aparte.
      Muchas ganas de conocer (face to face) esos caminos. Comprobar que la soledad (individual o grupal) es posible por entre caminos tan vibrantemente aquietados y a lo largo de espacios taaaaaaaan extensos. Tan virgen (in/pre-humano) y a la mano.
      Saludos desde el sur de Europa/norte de África.
      Seguid produciendo envidia.
      Gud lac!! (es que estoy estudiando inglés).

      27 de agosto de 2014, 13:16

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    2. Hola Santi!
      Gracias por tus palabras! Me alegra mucho que te haya llegado, que hayas sentido la mística que pretende estar atrapada en el relato. Así como las fotos casi nunca pueden transmitir lo que uno ha visto en vivo, es claro que no siempre es posible transmitir todas las sensaciones que nos atraviesan cuando viajamos, cuando conocemos cosas, lugares y gentes nuevas. Quizás tu gran experiencia como viajero del mundo te permita internarte en esas sensaciones, aún cuando ajenas.
      Ojalá puedas algún día tomarte un tiempo para hacer esta travesía. Es un lugar mágico y encantador, que atrapa desde el primer al ultimo minuto.
      Saludos,
      jorge

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  4. Bela historia... gostei tanto deste relato que, em fevereiro do próximo, vou fazer a travessia desde Cochamo até Rio Manso baseado na historia de vocês.

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  5. Hola Enilson, me alegra mucho que te haya gustado el relato y también que hayas decidido hacer el cruce. Es realmente maravilloso. No dudes en contactarte para pedir información, yo encantado de trasmitirte algo de nuestra experiencia si te es de utilidad.
    Saludos,
    Jorge

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    1. Olá Jorge,
      Obrigado por responder e por se dispor a compartilha sua experiencia.
      Então nós iremos mesmo fazer a trilha (2 pessoas), já estamos com passagens reservadas para fevereiro/15. Seu relato estar muito bom, através dele e de informações colhidas na net já temos uma boa ideia de como é a trilha mas algumas questões carecem serem esclarecidas, então gostaria de saber se pode ser por email ou por este blog mesmo

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    2. Hola Enilson,
      Creo que es mejor a través del blog, para que cualquier otro que tenga las mismas consultas pueda también resolverlas a través de estos diálogos. Pero si prefieres que sea a través de correo, enviame tu dirección y me contacto contigo.
      Saludos,
      jorge

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    3. Olá Jorge,
      Concordo, você estar certo, as minhas dúvidas certamente servirão para ajudar outras pessoas.
      Vou enviar meu endereço de email para te passar algumas informações pessoais sobre mim e detalhes de lugares que vou estar durante a viagem: enilsonsilvestre@gmail.com

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    4. Olá Jorge,

      Faremos a trilha seguindo seu roteiro mas no sentido inverso, ou seja: começamos no Rio Manso/Arg e findamos em Cochamó. Minhas dúvidas são:

      - como ir de Bariloche até o camping La Passarela (Rio Manso), ha algum transporte regular ou eventual que possamos pegar para não depender apenas de carona?

      - é necessário pedir autorização para passar pelas propriedades particulares no Chile?

      - Nos refúgios/campings que você citou, eles:
      . servem refeições prontas?
      . vendem alimentos para que nós mesmo cozinhemos?
      . ou é melhor levar todo o alimento necessário?

      - pretendo ficar mais de um dia acampado no camping La Junta, este local é uma boa escolha ou você recomendaria outro ao longo da trilha?

      - como é o tempo (clima) no mês de fevereiro? (chove muito, faz frio, vento, sol...)

      Sem mais, agradeço antecipadamente pela sua atenção e espero não estar te importunando com tantas perguntas.

      Saudações,

      Enilson Silvestre

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    5. Hola Enilson,

      No sé de ningún colectivo que vaya de Bariloche hasta el camping La Pasarela. Una alternativa son las combis que llevan gente a ese camping para las excursiones de Rafting. Si les queda lugar en sus transportes, te llevan. El precio pasaje deberás negociarlo con la gente que organiza esas excursiones.

      Nosotros no hemos tenido ningún problema al pasar por las propiedades chilenas. Entendemos que el sendero es de uso público, una vía que siempre usaron los pobladores, y que hoy también usan los caminantes ocasionales. Para acampar en cambio, siempre pedimos permiso a los pobladores, y a cambio de la hospitalidad compramos lo que venden, siempre comida. Siempre seguimos la regla de dejar la tranqueras como las encontramos, abierta si estaba abierta, y cerrada si estaba cerrada. También es importante ser muy prudente con las fogatas, si uno duda si el agua echada para apagar el fuego fue suficiente, es mejor echar un poco más y no generar un incendio.

      Los pobladores suelen vender pan y queso, y en ocasiones también venden chicha y charqui. También hay algunos que venden comida hecha (Leticia en el paso Vuriloche, barato y recomendable). En el caso de Paso León, sólo contaría con poder comprar algo a Bahamonde y Soto, en ambos extremos del lago Vidal Gormaz, luego no contaría con que consigan nada,. pues no hay muchos pobladores. En el camping de La Junta no venden comidas ni bebidas, sólo hacen pan y es necesario encargarlo pues sólo hacen unos pocos por día. Por lo tanto, les recomiendo llevar la comida desde el inicio.

      El camping de La Junta es muy lindo, pero nosotros preferimos seguir camino hasta encontrar una playa que nos habían recomendado. Independientemente de donde decidan acampar, vale la pena quedarse uno o dos días en La Junta.

      Con respecto al clima... Creo que febrero es un buen momento para hacer la travesía. Con respecto a la lluvia, no hay mucho que pueda decir, pues Chile es lluvioso y siempre hay que estar preparado para recibir algunos chubascos... lo mejor es salir contando con que alguna lluvia tendrán.

      Espero que la información te haya sido útil, y no dudes en consultarme si necesitas más precisiones.

      saludos,

      Jorge

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    6. Olá Jorge,

      REALIZAMOS A CAMINHADA el Leon a Cochamó

      Antes de tudo gostaria de agradecer por todas informações que você nos deu e principalmente por ter sido a inspiração desta emocionante aventura.
      Seu relato é muito fiel, passamos por todos os lugares que você descreveu e verificamos que é tudo isso e um pouco mais.
      Partimos de Bariloche de ônibus até rio Villegas, caminhamos um pouco e conseguimos uma carona que nos deixou a 3 km do camping la Junta onde acampamos por 2 noites.
      Do camping la Junta caminhamos até o estuário Reloncavi/Cochamó, onde nos hospedamos no hostal Maura. O Camping la Junta e Cochamó são lugares muito lindos e com certeza vou voltar neles para ficar mais tempo.
      Acampamos no lago Vidal Gormaz na residencia de Maximo e Luisa. Pretendíamos cruzar o lago de bote e caminhar até o refugio el Arco mas o bote de Maximo estava como o motor quebrado então tivemos que fazer todo o percurso a pé. Saímos do lago Vidal quase ao meio dia e quando chegamos ao Lago Grande já era quase noite então resolvemos acampar ali mesmo. O lago Grande é um muito bonito - é incrível como a natureza formou um lago no topo de uma montanha, imagino que originou-se de uma cratera de um vulcão extinto... mas a noite tudo muda...o lugar fica um pouco solitário e sombrio, o nevoeiro que paira no ar e a floresta úmida nos faz lembrar a transilvania do conde Drácula (rsss).
      Acampamos também por duas noites no camping la Junta - fiquei surpreso com a grande quantidade de barracas que havia lá e nos campings vizinhos. Fizemos uma excursão ao cerro Arco Iris e pretendíamos conhecer Los Toboganes mas não deu tempo.
      Esta foi nossa primeira aventura em outro país mas foi tudo de bom... todos os lugares são lindos, o povo Argentino e Chilenos são gente boa, a caminhada foi tranquila, encontramos pessoas na trilha de diversos países e todos foram cordiais... valeu muito, já estamos pensando na próxima:
      circuito O, Torres del Paine.

      Saudações

      Enilson Silvestre e
      Gabriel Silvestre

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  6. Felicitaciones por el viaje..Increíble. Yo vivo en Villa la Angostura para estar más cerca de todos estos rincones fascinantes. Y bueno espero algun día hacerlos.
    Hice al menos el sendero de Cochamó a Las juntas..Y siempre vuelve a mi memoria esas montañas, bosques y ríos.
    Y llegué en auto casi hasta el límite del río Manso en Argentina.,
    Ahora tengo que unirlos¡¡¡
    Gracias por compartir sus experiencias para que otros se estimulen en hacerla. Saludos patagónicos. Ignacio

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    1. Hola,
      Si la verdad es un trayecto hermoso. Ojalá tengas la oportunidad de hacerlo completo algún día, realmente vale la pena.
      Saludos,
      Jorge

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  7. Hola Jorge llegue a tu relato buscando información del paso Vuriloche ya que hay poca de esta en internet, mi idea es realizar tu misma ruta en bicicleta, crees que sea posible? Soy ciclista de montaña y acostumbro a recorrer más de 100km por diversos caminos incluyendo muchos km senderos.

    En Bariloche realice una ruta en unas 10 horas desde la entrada del parque pasando por Pampa Linda hasta el refugio Otto Meiling, que son unos 120km y unos 3.000m de ascensión acumulados.

    Soy de Temuco Chile, gracias de antemano.

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    1. Hola,
      Antes que nada te pido disculpas por la respuesta tan tardía. La verdad es que yo no tengo experiencia en ciclismo, mucho menos de montaña. Desde ese lugar te diría que veo bastante complicado hacer esta travesía en bici. Este trayecto no llega a alturas tan altas como las del refugio Otto Meiling, pero tiene gran numero de subidas y bajadas, algunas con piedras y otros con terreno barroso. Creo que pasarías mucho tiempo carganado la bici. Si has llegado hasta el refugio Otto Meiling es que estás acostumbrado a este tipo de trayectos, pero este cruce es mas largo. Yo lo veo complicado, pero de nuevo, no tengo experiencia en travesías en bici por este tipo de caminos. Lamento no poder darte una respuesta más precisa.
      Saludos,
      Jorge

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  9. Hola Jorge, fantástico el relato y las fotos!!!!
    Este verano estuve con mi familia y unos amigos muy cerca de Cochamó (Fuimos en auto de Chaitén a Puerto Montt, tenía ganas de hacer la vuelta más larga por Cochamó, Ralún y Ensenada pero no hubo quorum)
    Espero algún día hacer este recorrido.
    Felicitaciones!!!!!

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    1. Hola Martín,
      La verdad que la travesía es increíble, fue un placer recorrer esos lugares con sula gente esos paisajes. Ojalá logres acordar para hacerlo, realmente lo vale.
      Saludos,
      Jorge

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  10. Excelentes fotos y relatos!! Muy buenas, también, las referencias históricas. Felicitaciones!!
    Realicé estas dos travesías pero en veranos diferentes (2003 y 2007). La del Cochamó la finalicé trepando por Laguna Brava y bajando por el valle del río León. También recorrí todo el valle del Manso, desde El León hasta el Tagua Tagua.
    No soy amigo de los lugares comunes pero no puedo evitar decirte que tus crónicas me trajeron hermosos y agradables recuerdos: el insoportable Mallín Chileno, la amabilidad de Leticia, los baños termales, los Bahamonde, las pantagruélicas cenas en la Fonda del Tío, luego de venir cagados de hambre de la montaña, jajaja... Cuando pasé por segunda vez por El León, para atravesar el Manso había un puente, pero en la primera ocasión tuvimos que cruzarlo por una especie de cable carril. Mamita!!
    Te mando un cordial saludo y de paso te invito a visitar mi blog (aunque tal vez ya lo hayas visitado en tu búsqueda de info para realizar ambos treks).
    http://obsesionpatagonica.blogspot.com.ar/

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    1. Hola Armando, me alegra que el relato te traiga recuerdos. La verdad es que esto de dejar plasmadas las vivencias en un blog fue una idea de todos, una forma de recordar estos momentos tan lindos que tuvimos oportunidad de vivir. En muy raras ocasiones uno vuelve a mirar las fotos, pero el estos relatos los visito cada tanto, soñando con nuevos viajes lugares y gente.
      En efecto visitamos tu blog cuando buscábamos información para la travesía. La verdad que nos fue util, dándonos trozos de información que fuimos encajando en el rompecabezas. Gracias por dejar esa información colgada para otros. Lo de dejar información útil para quien quisiera repetir la travesía fue la segunda motivación para armar los relatos.
      Un abrazo,
      Jorge

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  11. Muchas gracias Jorge! Tus relatos me han ayudado mucho porque planeo hacer el paso de los vuriloches este verano. Queremos iniciar desde Chile, cruzando a Argentina por el paso del lago frías. Desde el lago frías pensamos llegar a Pampalinda a través del paso de las nubes, que dicen que es precioso. Quería hacerte una pregunta. No te hicieron drama para entrar alimentos a Chile? Creemos que no hay problemas con los alimentos sellados pero, que hay de los frutos secos como almendras, fruta deshidratada, etc?
    Saludos!

    Sofía

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    1. Hola Sofia,
      Me alegra que les sea util para planificar si travesia, es parte de la idea del blog.
      Nosotros llevamos frutas secas y algunas verduras y no tuvimos problemas, pero la verdad es que no nos revisaron. Supongo que pueden quitarte las cosas si te revisan. En otro paso si nos preguntaron si llevabamos alimentos prohibidos, les dijimos que sí, pero poco, sólo para el camino y que sin eso no ppdiamos seguir, y nos dejaron pasar las cosas. Supongo que depende de que tan razonable sea la persona que les toque.
      El paso por Frias no lo conozco pero seguramente está muy bueno. Chile es hermoso en esas latitudes. Me gustaria escuchar tu opinión cuando regresen. El paso de las nubes tambien es muy bonito, y podran ver como cambia rapidamentevla vegetación desde el oeste hacia el este por la disminución se las precipitaciones. En el paso pueden hospedarse en el refugio, o si van en plan mas económico pueden acampar gratis. Seguramente les van a queree cobrar por el acampe, sepan que no es obligatorio, aunque si te pueden cobrar por el uso de los baños.
      Bueno, que disfruten la travesía, es hermosa. Saludos,
      Jorge

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